La
fuente termal protegida por la vegetación, que posee la localidad, es la primera referencia cultural de
Alicún, según Idrisi (geógrafo y cronista musulmán del siglo XII); en época
romana se instalan
termas sobre un manantial salutífero a continuación de los baños de Alhama, llamados al-Hammam Vexitan, que traducen por Baños Huecijanos y que el historiador Alemany identifica con los de Alicún. A lo largo de la Edad Media el
pueblo se inscribe como un
barrio de
Huécija, según el documento de donación de la taha de Marchena a don Gutierre de Cárdenas por los Reyes Católicos, y será en el siglo XVI cuando Alicún alcanza entidad propia como pueblo, configurándose como uno de los diez lugares que forman el ducado de Maqueda. El siglo XVI se caracterizó por la rebelión de los moriscos y su definitiva expulsión en 1570, sucesos que afectarán a Alicún, quedando despoblada y abandonada hasta su repoblación posterior en 1574. Esta crisis de subsistencia no se estabilizará hasta el siglo XVIII, con un aumento poblacional y económico correspondiente al Antiguo Régimen. El siglo XIX irrumpe con un declive económico y el liberalismo, siendo lo más significativo para Alicún el nuevo régimen de independencia que se concedía a su municipio en el año 1835, consecuentemente a la abolición del señorío de Maqueda y
Arcos, adquiriendo autonomía para nombrar un alcalde y un regidor en el pueblo. Fue un siglo de profundos cambios sociales, económicos y políticos, que configuró un pueblo con una nueva identidad, independiente por fin de Huécija, que era la capital del señorío.La riqueza que aportó la uva de Ohanes enlaza con el siglo actual y su posterior decadencia, más la Guerra Civil, con las secuelas propias del momento y una dura posguerra. Actualmente Alicún se configura como un pueblo tranquilo y agradable, conservando al cabo de cinco siglos su impronta musulmana, que aún apreciamos en las formas de las
chimeneas como linternas orientales de un gusto y sencillez exquisitos. Considerada durante la Edad Media un barrio de Huécija, Alicún, que alcanzó su entidad propia como pueblo en el siglo XVI, vivió, como el resto de la comarca, la prosperidad agrícola de Al Andalus, la crisis posterior a la expulsión de los moriscos y el auge del parral, ahora en
vías de sustitución. Los cítricos, otros frutales y los productos hortícolas alcanzan ya la mitad de la producción agrícola de un pueblo en transformación que, sin embargo, mantiene una marcada estructura árabe desde su misma ubicación, en la ladera de la
sierra y con una perfecta visón de los
valles que se encuentran justo enfrente, los del Andarax y el Nacimiento, como si, además de un vergel, fuera una
torre vigía. Visto desde el
valle, Alicún presenta uno de los perfiles más curiosos de los
pueblos de
Almería: asemeja en sí mismo un vergel y, si lo imagináramos uniformemente pintado de algún
color chillón, incluso una
flor. En Alicún, en efecto,
huerta y pueblo parecen desde algunos ángulos ser exactamente lo mismo. No podía no ser así en un pueblo que posee el bien más preciado de las culturas del Sur, el
agua que mana de una fuente termal que fue ya utilizada en época romana y que marcó, como no podía ser de otra manera, la Alicún musulmana. Estos llamados baños huecijanos son el eje de la
historia del pueblo, primero termas
romanas, luego hamman árabe y siempre demostración palpable de que la sierra obsequiaba al hombre con lo más necesario para construir su vida.