Los restos neolíticos más antiguos se han encontrado en
Bayarque. De otras etapas posteriores han aparecido bastantes utensilios propios de la cultura
romana, abundantes lucernas, sobre todo. Bayarque es desde su moderna fundación como villa en 1572, tras la Reconquista y posteriores revueltas moriscas uno más de los pequeños asentamientos vecinales que configuran el centenar de municipios de la provincia. De la intensa forestación que nos cuentan antiguas crónicas sólo queda, como vestigio aislado del pasado, el denominado
Pinar de Bayarque, formado por una ancha mancha verde de
pino carrasco; la rentabilidad económica es mínima, pero de gran valor sentimental y simbólico. Muy atrás quedaron las 200.000 encinas que integraban los 25 millones de
árboles que cubrían todo lo ancho y largo de la
Sierra de los Filabres. La industria local se reduce a una serreríay manipulación de la madera que da empleo fijo a cuatro personas, más una empresa constructora de ámbito comarcal. El futuro no se presenta nada halagüeño para los sufridos hombres y mujeres enraizados al terruño. Un
pueblo en regresión económica y demográfica, en la que los jóvenes marchan a la capital o en busca de un puesto de trabajo en las cercanas explotaciones de mármol en
Macael y en las industrias transformadoras de
Olula del Río. Personas mayores viviendo de la jubilación bastante de ellos regresaron desde
Barcelona al final de su vida productiva u otros, menos jóvenes, vegetando con las aportaciones que les producen los salarios esporádicos del PER o de las empresas forestadoras de sus cerros y laderas. Los más «sensibilizados» ante el mañana inmediato sueñan con un impulso económico a través del turismo rural de
montaña. Recursos naturales no les faltan: clima, orografía y
paisajes, gastronomía,
costumbres y usos ancestrales,
fiestas populares,
caza..., y ante todo y sobre todo la hospitalidad de sus gentes sencillas.