Historia:
El origen de este pueblo situado en Sierra Alhamilla es de época hispanorromana, constatado por los restos arqueológicos encontrados en los alrededores del lugar, posiblemente donde se ubicaba la villa del patricio Lucainus, nombre que define y origina el topónimo actual. Durante la Edad Media, el pueblo se integra en la llamada Tierra de Níjar, la cual se extendía como un triángulo entre Cabo de Gata, Agua Amarga y Lucainena de las Torres, y compuesta por cinco lugares: Níjar, Huebro, Inox, Tarbal y Lucainena, con cabecera en Níjar que dio nombre a la comarca. El castillo y las torres que siempre han rodeado a Lucainena constatan su presencia a lo largo de siglos y completan su topónimo. Tras la victoria de los Reyes Católicos en 1489, se conceden estas tierras en régimen de señorío a don Enrique Enríquez, tío de Fernando el Católico. Este señorío se llamará Estado de Tahal, del cual formaba parte Lucainena junto con otros 13 lugares ubicados en la Sierra de los Filabres, excepto Lucainena, situado en Sierra Alhamilla.. El siglo XVI se caracterizará por conflictos sociales y políticos que provocarán una crisis económica y demográfica importante. En el siglo XVII se erige un nuevo templo bajo la advocación de Santa María, aunque su patrona es la Virgen de Montesión. Durante el siglo XVII el señorío de Tahal pasa, por enlace matrimonial o venta, al Marqués de Aguilafuente, también Duque de Abrantes, y pertenece al partido de Baza. . El siglo XIX se presenta con grandes cambios, la abolición de los señoríos y el auge de la minería, que aportarán un nuevo régimen municipal y un aumento económico que aún apreciamos en las construcciones llevadas a cabo en este época; al margen de las relacionadas con la minería, se realiza también la construcción del nuevo cementerio en 1837. La vida se encaminó, desde la segunda mitad del siglo XIX, hacia una sociedad plural que vio su mejor reflejo en la amplia variedad de profesiones y oficios que proliferaron en la villa: abogados, procuradores, notarios, médicos, farmacéuticos, se simultaneaban con la principal actividad ancestral, la agrícola, aunque por estas fechas se cuenta con una amplia variedad de oficios por la existencia constatada de telares, molinos de aceite y harina, fábricas de jabón y aguardiente, alfarerías, además de un floreciente comercio: llegan a nombrarse hasta 15 tiendas de géneros diversos: especies, semillas, paños y ropa en general.