Los primeros restos arqueológicos se encuentran en el Picacho. También se conoce que en la
sierra de
Oria, entre la población y el cerro Roel, existían desde tiempos antiguos unas mezquitas, que centraban la devoción de los musulmanes de la comarca, y a las que les hacían donaciones de haciendas y otros bienes. A finales del siglo XV, en junio de 1492, los Reyes Católicos cedieron los territorios de Oria y sus derechos a don Juan Chacón, yerno que fue del adelantado don Pedro Fajardo de Quesada. Tras morir don Juan en 1503, Oria pasó a su segunda esposa, Doña Inés Manrique, quien la vendió en 1515 a Pedro Fajardo, primer marqués de los Vélez. Esta villa era pobre y su tierra estéril, no se podía recoger ni aceite ni cera. La rebelión morisca de finales del siglo XVI también tuvo como escenario la
Cuenca del Almanzora; así en Oria el Maleh formó una cuadrilla de 150 hombres, bajo el mando de Sebastián Elquagaci, y la mandó para provocar el levantamiento de los
pueblos cercanos. Tras la recuperación del Almanzora por don Juan de
Austria, El Quagaci fue conducido al obispado de Cuenca, se presentó a la Inquisición, le fueron confiscados sus bienes y le condenaron a sambenito perpetuo y seis años de galera. Se dice que fue en Oria donde se construyó el primer templo parroquial de la zona, correspondiendo éste a la
iglesia de
San Gregorio Ostiense.
Las obras, comprendidas entre el 16 de marzo de 1767 y el 13 de mayo de 1779, fueron promovidas por el décimo Marqués de los Vélez, don Antonio Álvarez de
Toledo, quien contribuyó igualmente a la construcción de varios templos en Vélez-Rubio. Su participación en la construcción de estas
iglesias viene justificada en la percepción de parte de las rentas que sus súbditos habían de pagar a la Iglesia Católica a cambio de la obligación de construir y reparar los templos de su señorío.