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RODALQUILAR: Cierto es que aquel barco, el Veloz, tenía un traqueteo...

Cierto es que aquel barco, el Veloz, tenía un traqueteo o sonido inconfundible, en cualquier cala que estuvieses antes del amanecer, con aquel silencio roto solamente por las olas al romper en las rocas, se oía el clásico sonido del tubo escape de aquel cansado motor, típico en barcos antiguos; a esas horas se dirigía a La Isleta después de estar toda la noche buscando la diosa fortuna, poder izar las redes llenas de sardinas o cualquier otra especie.
Leocadio, me acuerdo perfectamente de varios de los apostaderos de vigilancia, pero uno en especial; yendo para Piedra Negra cuando arriba del collado se ve el mar, a la derecha hay el camino que lleva a esta cala y a la izquierda otro camino que lleva a Piedra Blanca y piedra Ortiz, pues bajando al lado izquierdo a media montaña hay una pequeña cueva y si no recuerdo mal la única, esta cueva era un apostadero, en alguna ocasión nos había librado junto a mi padre de algún aguacero, recuerdo que el suelo estaba tapado con una alfombra de hojas de palmitos, recuerdo que mi padre me dijo que mientras uno vigilaba el compañero descansaba sobre las palmas a modo de colchón y se tapaban del frío con aquella enorme capa que vestían; en alguna ocasión a las doce de la noche a la altura del barranco El Negro viniendo de pescar había visto la pareja de Hoscullos y la de Rodalquilar juntarse para darse las (novedades) este hecho creo que tiene otro nombre pero no me acuerdo por esto pongo (novedades); dábamos las buenas noches, nos preguntaban como había ido la pesca sin pedirnos la licencia pues entonces no existía tal permiso que yo sepa ni tantos vividores del cuento como ahora, que para cualquier cosa tenemos que pagar; lo que si había para disfrutar era pescado.
¡Como me gusta recordar tiempos pasados y tan lejanos!
Un saludo amig@s.