Cuando se tiene que dar la razón a quien la lleva, hay que ser humilde y darla.
Leocadio tiene vd toda la razón del mundo, respecto a los eucaliptos, sus raíces llegan a destrozarlo todo incluso los cimientos de las casas; lo que ocurre, es que es muy difícil de asimilar que unos árboles con tantos años y tan sanos desaparezcan de un día para otro, llevándose consigo tantos recuerdos que tenemos de ellos desde que éramos pequeños, recuerdos que ya expliqué en mi anterior mensaje y que está en la mente de todos los que han vivido en ese entrañable pueblo. También tengo que decirle que se olvida de dos grandes ejemplares de eucalipto que los veía vd cada vez que salía del cuartel, pues estaban detrás de la iglesia y a unos treinta o cuarenta metros, exactamente delante de la puerta del cuartel, siendo yo muy muy pequeño ellos ya eran grandes; y detrás del cuartel a unos cien metros habían cuatro o seis que daban sombra a unos lavaderos para que las mujeres de las casillas el pintao (tren) hiciesen la colada, pues aun no habían hecho las casas nuevas; sobre éstos lavaderos ya escribí tiempo atrás, pues los hicieron al lado de las (balsas de veneno) y cuando hacía viento que de esto allí hay buenas cosechas, las mujeres que lavaban tragaban todo aquel polvo muy contaminado.
Nota: Amigo Leocadio, vamos a tener que vigilarle, ¿me puede decir donde estaba ésta tarde, sobre las 18,30? una hora menos en Canarias, ¡esto último lo he sentido alguna vez y no se donde!; le he llamado y no me cogía el teléfono,
¡Sabe Dios que estaría haciendo! Jajaja
Saludos a todos
Leocadio tiene vd toda la razón del mundo, respecto a los eucaliptos, sus raíces llegan a destrozarlo todo incluso los cimientos de las casas; lo que ocurre, es que es muy difícil de asimilar que unos árboles con tantos años y tan sanos desaparezcan de un día para otro, llevándose consigo tantos recuerdos que tenemos de ellos desde que éramos pequeños, recuerdos que ya expliqué en mi anterior mensaje y que está en la mente de todos los que han vivido en ese entrañable pueblo. También tengo que decirle que se olvida de dos grandes ejemplares de eucalipto que los veía vd cada vez que salía del cuartel, pues estaban detrás de la iglesia y a unos treinta o cuarenta metros, exactamente delante de la puerta del cuartel, siendo yo muy muy pequeño ellos ya eran grandes; y detrás del cuartel a unos cien metros habían cuatro o seis que daban sombra a unos lavaderos para que las mujeres de las casillas el pintao (tren) hiciesen la colada, pues aun no habían hecho las casas nuevas; sobre éstos lavaderos ya escribí tiempo atrás, pues los hicieron al lado de las (balsas de veneno) y cuando hacía viento que de esto allí hay buenas cosechas, las mujeres que lavaban tragaban todo aquel polvo muy contaminado.
Nota: Amigo Leocadio, vamos a tener que vigilarle, ¿me puede decir donde estaba ésta tarde, sobre las 18,30? una hora menos en Canarias, ¡esto último lo he sentido alguna vez y no se donde!; le he llamado y no me cogía el teléfono,
¡Sabe Dios que estaría haciendo! Jajaja
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