Amigo Gildo, me acuerdo como si hubiese sido ayer, como hicimos aquella caseta para unos grandes futbolistas o en esos momentos era lo que creíamos, junto a nosotros allí nos sentábamos aquellos niños con nuestras ilusiones. Porque eran eso, ilusiones. Parece que los estoy viendo hablar sentados en el suelo de aquella caseta, Indalecio López y su hermano Juan, Basilio Domínguez y su primo Juan José el terreollo, Joaquín el de Adolfo, recuerdo que de portero jugaba Paco Pérez el hijo de Manuel el costurero, etc. Cierto es que allí se (recogen buenas cosechas de viento) pero el peor era el de Poniente que venía ardiendo y como bien dices, los chinorros nos pegaban en las pantorrillas que del daño hacía que corriéramos buscando alguna esquina donde ampararnos. Muy a menudo veíamos aquellos “remolinos” pequeños tornados que en sus giros engullían papeles, rascabiejas y todo lo que pesaba poco; recuerdo perfectamente los gorriones intentando subir para el cortijo el cuarenta, pero su vuelo era cortado por el viento y los pajarillos cobraban altura y bajaban intentando ganar metros pero no podían y al darse la vuelta iban a parar por debajo del campo de futbol lanzados por el viento. Y las balsas del veneno era un espectáculo con aquellos remolinos de color rojizo. En el silencio de la noche y estando en la cama, se sentía (el silbido) del viento a través de la rendija en el suelo de la puerta de entrada y la del patio y a través del agujero de la llave. El viejo y gran algarrobo que había en la rambla entre las casas nuevas y el cortijillo de la tía Juana, una noche no pudo aguantar el viento y aquel viejo algarrobo se le partió su enorme tronco y con ello dejó de hacer lo que había hecho muchos años. Dar sombra a muchos rebaños de cabras y corderos y a alguna familia de gitanos (lateros) que venían al pueblo a arreglar algunos utensilios de cocina o poner (lañas) a alguna tinaja o lebrillo.
Gildo, sigue contando tus recuerdos que a la vez son nuestros.
Un abrazo.
Gildo, sigue contando tus recuerdos que a la vez son nuestros.
Un abrazo.
Amigo Ramón: es agradable leer los comentarios del viento en Rodalquilar. Yo también recuerdo que, cuando siendo tu vecino en Las Casas Nuevas, y, estando acostado acurrucadito entre las mantas oyendo aquel aire soplar sobre los cables de color rosado del tendido eléctrico (eso era lo que, yo me imaginaba), pues, aquel viento me parecía como una melodía tan agradable que, me quedaba dormido. En ningún caso sentía miedo ni con la lluvia ni con el viento; para mi, ambos fenómenos, eran agradables mientras estaba en la cama y aún, cuando estoy descansando en la cama, me encanta oir esos ruiditos mientras me voy quedando dormido. Otra cosa era cuando vivía en Los Albacetes y había que ir desde Rodalquilar hasta esta cortijada, ya que, cuando se remolineaba con fuerza, cegaba y hacía daño en las piernas al llevar pantaloncillo corto. Sin embargo, era agradable cuando montaba en bicicleta y, me ayudaba ese viento empujando sobre la espalda; entonces recordaba a aquellos cacharritos llamados mosquitos como una bicicleta pero con un motorcillo que, estaba montado al lado de la rueda trasera y con el depósito de gasolina sobre el portaequipajes; creo recordar que, era así. Quizás algun@ de los que nos leen, saben explicar mejor que yo, como eran los Mosquitos