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RODALQUILAR: Gracias Manuel por tu escrito, (El receptor de radio)....

Cuando llegamos desde Fernán Pérez mi familia y yo, a Las Casas Nuevas en la primavera ó verano del año 1953, recuerdo con tristeza que, ese mismo año, mi padre compró con la mayor de las ilusiones un receptor de radio el cual conserva mi madre en su casa con todo el cariño que se le puede tener a los mejores de los recuerdos de un ser tan querido para nosotros. No olvidaré nunca, cuando fuí con mi padre a comprar aquel receptor a la casa de un hombre al que, le llamábamos "el sastre". No se me olvidará jamás, con la ilusión que instaló la antena aérea en el comedor con un hilo de cobre que posteriormente lo había convertido en una especie de muelle estirado y que lo enganchó de una pared a otra. Esta antena era para conseguir mejor recepcción. También instaló la toma de tierra ó antena de tierra (creo que, se decía antena de tierra) desde la parte posterior de la radio, salía un cablecillo que, lo condujo por la parte inferior de la ventana del comedor haciéndo llegar el otro extremo al exterior y hasta el suelo en donde quedaba unido a una placa de cinz y cubierta muy bien de tierra. Esta placa la humedecía de vez en cuando echándole un jarro ó dos de agua.
Recuerdo muy bien que, este aparato de radio, cuando fuí con mi padre a buscarlo a la casa del "sastre," iba dentro de una caja de cartón y por las caras de esa caja llevaba una caricatura que, representaba al aparato y en la que decía: " no ponerme boca abajo, no golpearme". Creo que, eran frases parecidas a estas que advertían del riesgo al ser un aparato delicado. El receptor era un philips con el mueble de baquelita de color caoba con las esquinas redondeadas. Mi madre lo conserva en buen estado. Este aparato llevaba conectado un aparato llamado elevador al cual se le conectaba además, una clavija a uno de los ocho ó nueve conectores que llevaba y, creo, eran para conseguir que la corriente eléctrica mantubiera siempre la misma intensidad ya que, en aquellos años, esta, al ser de 125V, tenía muchas variaciones en la intensidad. Perdonar que no sepa explicar esta tema de la electricidad con mayor conocimiento.
Mi padre nos dejó sin haber disfrutado todo lo que él hubiera querido de la casa, del aparato de radio y de lo mas importante: de su familia. Cuando recuerdo todo, me embarga una gran tristeza; así que ya no os canso mas. Disculpar porque hé sido pesado al contar esta parte de mi vida. Saludos desde Sant Boi de Llobregat. Manuel Méndez Compán.

Gracias Manuel por tu escrito, (El receptor de radio). En aquellos tiempos, aquellos “aparatos” se cuidaban como, “oro en paño”. La radio se solía tener en alguna mesita en la cual, la mujer de la casa la adornaba con algún pañuelo o por un pequeño cubre mesa que ella misma lo hacía de puntilla con la aguja cadeneta, éste era el caso en mi casa. Por aquellos días (daban) una novela por la noche que a mí me gustaba oírla. El inspector X. Recuerdo la voz del locutor dando entrada a la novela, y decía. El inspector X, presenta la más emocionante serie de aventura, de un género especial, escrito por Maruchi Montero y Rafael Torres Paviál, actuando en New York, Joaquín Vidríales. Después de la novela y en el silencio de la noche, llegaba lo prohibido. “La Pirenaica” con aquel inconfundible ruido de pitidos y la voz del locutor que se iba apagando y volvía con fuerza, no era extraño ver a aquellas personas que oían la prohibida emisora, con la oreja pegada a la radio y la mano en el mando de volumen para que no pudiese oírse desde fuera de casa. Y supongo que igual que en mi casa, ocurría lo mismo en las demás, sentir decir al padre la famosa frase dirigida a los hijos, niños!, no digáis a nadie que en casa se escucha “La Pirenaica”, acto seguido nos explicaban algo sobre el asunto y las consecuencias que le podrían acarrear si “alguien” con mala fe, se enteraba que es cuchaba La Pirenaica.
Ramón (Apolinar)