RODALQUILAR: -Querido amigo Manuel:...

Es muy doloroso perder a un ser querido; pero aún lo es más, cuando ese ser tan querido, lo pierdes tan inesperadamente.
Día 7 de noviembre de 1954. Ya se han cumplido 57 años que mi querido padre perdió la vida. Recuerdo con gran tristeza esta fatídica fecha: serían cerca de las dos de la tarde cuando mi buena y queridísima madre, me dijo: Manuel, toma, corre y llévale al papa el reloj que se lo ha olvidado. Era un reloj de pulsera con cadena elástica, tipo muelle plano, que empuñé en una mano. Salí corriendo de aquella inolvidable vivienda de Las Casas Nuevas y me dirigí hacia la rambla; crucé esta, y enseguida me puse en Villa Cepillo. Seguí corriendo camino arriba, pero no tuve suerte; cuando llegué donde las cocheras, ya había marchado el camión que tenía que llevar a mi padre y a otros obreros al Cerro Cinto. ¿Si nunca había dejado el reloj en casa, porqué aquel día si lo hizo? ¿Sabía mi padre que hallaría la muerte esa tarde noche? ¿Pensó en sus hijos en el momento del accidente y el duro trabajo que le esperaría a mi santa madre para sacarnos adelante?- No creo que pensara nada de esto; su cabeza no estaba para pensar ese día. ¿Si yo hubiera llegado antes a las cocheras, se habría dado tal fatalidad? ¿Porqué le tuvo que pasar esto a un hombre bueno? ¿Por qué tuvo que caer esta desgracia en una familia honrada y trabajadora? ¡Cuantas veces, me habré hecho estas preguntas!
MANUEL MÉNDEZ COMPÁN.

-Querido amigo Manuel:
Comprendo lo que sientes porque es muy duro lo que os pasó a tu familia, pero no debes atormentarte con los recuerdos, los designios de Dios son inevitables, la vida a veces nos depara golpes muy dolorosos, pero con recordarlos y apenarnos nada se consigue, debemos afianzarnos más en el cariño de nuestra familia para evitar en lo posible que estos recuerdos no se nos hagan tan amargos y afecten la convivencia con ellos.

Un abrazo de tu amigo Antonio.-