Hola a todos,
Os pongo un texto de unos vecinos de Rodalquilar que hablan sobre la vida en las minas:
Durante el periodo 1956-1966 Adaro explota las minas de oro de Rodalquilar. Al desembarcar la empresa en el pueblo se encuentra una situación delicada: “escasez de abastecimiento de alimentos, insuficiente asistencia sanitaria y un analfabetismo generalizado”. El número de trabajadores osciló con los años. Un máximo de 400 obreros en 1961 y un mínimo de 234 el año del cierre.
La vida era dura y la silicosis planeaba en las conversaciones: el principal problema de salud laboral al que tuvo que enfrentarse Adaro en Rodalquilar fue la neumoconiosis. La silicosis está producida por la inhalación de polvo de sílice.
Precisamente es esta empresa la primera que crea una infraestructura real de servicios sociales en Rodalquilar: escuela, botiquín de empresa, revisión médica anual para los mineros, economato, casino minero, etc.
“Corría el año 1955. En mi equipo de trabajo había un martillero y un ayudante, como asimismo dos peones para la limpieza de las mismas. Estos grupos de trabajo cobraban por metros cuadrados y, después de descontar gastos, lo que quedaba era repartido entre todos. En Rodalquilar disfrutábamos de una iglesia, de lugares para el ocio, como era un bar minero, una biblioteca y, sobre todo, compartíamos entre todos un lazo de amistad y compañerismo posiblemente dado al conocimiento de la dureza del trabajo”.
Parece claro que Adaro marca un antes y un después. José y su esposa han pasado en esta tierra toda su vida. Ellos recuerdan como las minas se convirtieron en una fuente de trabajo para gentes de Los Albaricoques, Fernán Pérez, Agua Amarga y en general para todo el entorno. Han conocido en la mina a trabajadores de sitios tan dispares como Macael o Melilla y aún tienen frescas las imágenes de la vida del pueblo en estos años. Recuerdan con tristeza el “rastro de las viudas que había en el pueblo debido a la silicosis de los mineros que morían, tras pocos meses o años de trabajo, asfixiados, ahogados y sin que nadie supiera de qué”. Según ellos “fue D. José Galdeano, el primer médico que, plantando cara a la empresa, declaró que las muertes se producían por silicosis lo que obligó a la empresa minera a adoptar medidas como la barrena con agua o la mascarilla”. Era normal que los mineros llegaran solos y, tras encontrar una vivienda era tal que “frecuentemente dos familias con varios hijos cada una compartían una casa de treinta o cuarenta metros”. Al menos hasta los años 55-60 había poca comida y de poca variedad. José y su esposa cultivaban un cortijo “con dos manadas de ganado y dos pares de mulos” Además, José echaba el jornal de ocho horas en la planta de transformación de la mina porque “con siete hijos la vida era difícil”. Nos cuentan como amasaban pan y ordeñaban el ganado para vender “fíao” a los mineros un pan y una leche que, con suerte cobrarían al final de mes.
Recuerdan también que, ante la falta de comida, el estraperlo (Comercio clandestino de productos de primera necesidad. La prohibición se debía a una norma que obligaba a los campesinos a declarar y vender al estado, a muy bajo precio, sus excedentes de producción. Algunas casas rurales del área de Sorbas, la mayoría en ruinas, aún conservan huecos camuflados o falsos escalones que en realidad era pequeños aljibes para ocultar el aceite ante las visitas de las autoridades a los cortijos.) era generalizado. Se viajaba, casi siempre de noche y a escondidas de la Guardia Civil, a Sorbas, donde, con discreción, se cargaba aceite, harina y tabaco – picadura e Ideales del estanco de Las Cañadas de Mizala - que consumían o revendían en Rodalquilar. Y siempre con el miedo a la enfermedad porque “los trabajadores de la empresa tenían seguro pero en el campo no había seguro ni paga de vejez ni ná”. Era corriente “la iguala” que consistía en pagar periódicamente una cantidad al médico del pueblo y ello garantizaba una atención mínima a la familia en caso de necesidad.
Ahora el pueblo se debate entre su designación como altar mayor del templo “Parque Natural Cabo de Gata-Níjar”, el silencio de sus parajes elegidos por muchos para vivir y trabajar desde el retiro, el turismo compatible con el medio natural con establecimientos y empresas muy singulares, un poblado fácil de derruir y que parece imposible de reconstruir y, sobre todo, mil deseos de un futuro de convivencia en paz y económicamente sostenido.
Os pongo un texto de unos vecinos de Rodalquilar que hablan sobre la vida en las minas:
Durante el periodo 1956-1966 Adaro explota las minas de oro de Rodalquilar. Al desembarcar la empresa en el pueblo se encuentra una situación delicada: “escasez de abastecimiento de alimentos, insuficiente asistencia sanitaria y un analfabetismo generalizado”. El número de trabajadores osciló con los años. Un máximo de 400 obreros en 1961 y un mínimo de 234 el año del cierre.
La vida era dura y la silicosis planeaba en las conversaciones: el principal problema de salud laboral al que tuvo que enfrentarse Adaro en Rodalquilar fue la neumoconiosis. La silicosis está producida por la inhalación de polvo de sílice.
Precisamente es esta empresa la primera que crea una infraestructura real de servicios sociales en Rodalquilar: escuela, botiquín de empresa, revisión médica anual para los mineros, economato, casino minero, etc.
“Corría el año 1955. En mi equipo de trabajo había un martillero y un ayudante, como asimismo dos peones para la limpieza de las mismas. Estos grupos de trabajo cobraban por metros cuadrados y, después de descontar gastos, lo que quedaba era repartido entre todos. En Rodalquilar disfrutábamos de una iglesia, de lugares para el ocio, como era un bar minero, una biblioteca y, sobre todo, compartíamos entre todos un lazo de amistad y compañerismo posiblemente dado al conocimiento de la dureza del trabajo”.
Parece claro que Adaro marca un antes y un después. José y su esposa han pasado en esta tierra toda su vida. Ellos recuerdan como las minas se convirtieron en una fuente de trabajo para gentes de Los Albaricoques, Fernán Pérez, Agua Amarga y en general para todo el entorno. Han conocido en la mina a trabajadores de sitios tan dispares como Macael o Melilla y aún tienen frescas las imágenes de la vida del pueblo en estos años. Recuerdan con tristeza el “rastro de las viudas que había en el pueblo debido a la silicosis de los mineros que morían, tras pocos meses o años de trabajo, asfixiados, ahogados y sin que nadie supiera de qué”. Según ellos “fue D. José Galdeano, el primer médico que, plantando cara a la empresa, declaró que las muertes se producían por silicosis lo que obligó a la empresa minera a adoptar medidas como la barrena con agua o la mascarilla”. Era normal que los mineros llegaran solos y, tras encontrar una vivienda era tal que “frecuentemente dos familias con varios hijos cada una compartían una casa de treinta o cuarenta metros”. Al menos hasta los años 55-60 había poca comida y de poca variedad. José y su esposa cultivaban un cortijo “con dos manadas de ganado y dos pares de mulos” Además, José echaba el jornal de ocho horas en la planta de transformación de la mina porque “con siete hijos la vida era difícil”. Nos cuentan como amasaban pan y ordeñaban el ganado para vender “fíao” a los mineros un pan y una leche que, con suerte cobrarían al final de mes.
Recuerdan también que, ante la falta de comida, el estraperlo (Comercio clandestino de productos de primera necesidad. La prohibición se debía a una norma que obligaba a los campesinos a declarar y vender al estado, a muy bajo precio, sus excedentes de producción. Algunas casas rurales del área de Sorbas, la mayoría en ruinas, aún conservan huecos camuflados o falsos escalones que en realidad era pequeños aljibes para ocultar el aceite ante las visitas de las autoridades a los cortijos.) era generalizado. Se viajaba, casi siempre de noche y a escondidas de la Guardia Civil, a Sorbas, donde, con discreción, se cargaba aceite, harina y tabaco – picadura e Ideales del estanco de Las Cañadas de Mizala - que consumían o revendían en Rodalquilar. Y siempre con el miedo a la enfermedad porque “los trabajadores de la empresa tenían seguro pero en el campo no había seguro ni paga de vejez ni ná”. Era corriente “la iguala” que consistía en pagar periódicamente una cantidad al médico del pueblo y ello garantizaba una atención mínima a la familia en caso de necesidad.
Ahora el pueblo se debate entre su designación como altar mayor del templo “Parque Natural Cabo de Gata-Níjar”, el silencio de sus parajes elegidos por muchos para vivir y trabajar desde el retiro, el turismo compatible con el medio natural con establecimientos y empresas muy singulares, un poblado fácil de derruir y que parece imposible de reconstruir y, sobre todo, mil deseos de un futuro de convivencia en paz y económicamente sostenido.
¡OLÉ!..., Cada vez me encanta más esta Dama. decia Clemenceau.."Manejar el silencio es más dificil que manejar la palabra" y tambien me viene al pelo un provervio ingles que lei el otro dia en internet..."Nunca permitas que tus pies vaya por delante de tus zapatos".
Yo recomendaria a algunos a algunos miembros del foro antes el riesgo de equivocarse lean las veces que hagan falta los mensajes que se quieren discrepar. Saludos
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