Se pone en el centro de la mesa el perol o cazuela de gachas cubiertas con el pimentón bien caliente. Se van comiendo las gachas mezcladas con el caldo. Cuando se agota éste, se va añadiendo más caliente; cada comensal coge una cucharada y realiza un comentario sobre la comida: salazón, textura, recuerdos que nos trae, variantes familiares de este plato, anécdotas... No es de buen gusto iniciar conversaciones ajenas a las gachas o a los placeres de la mesa. una vez terminadas las gachas se ponen dentro del perol el pescado y las patatas; y se continua con el ritual antes iniciado. Y para finalizar se raspan los pegaítos del perol y se comen también a modo de éxtasis final.