En estos momentos estoy recordando como en otras muchas veces, aquellas tardes en la barbería en las que me visitaban amigos, compañeros de juegos y de colegio.
No entiendo como es, que cuando recordamos anécdotas de nuestra niñez, parece que esos momentos, lo estamos viviendo.
Es posible que no tenga importancia para algunas personas que lean este mensaje, las pequeñas historias que seguidamente voy a contar:
Algunas tardes en la barbería, se me hacían muy cortas gracias a las visitas de mis amigos. Charlábamos, nos contábamos chistes y reíamos.
Una de esas tardes, a uno de estos, se le ocurrió atar con un hilo y por una esquina, un billete de peseta; el billete, lo puso en medio de la calle y con una mano, lo sujetaba por el otro extremo. Mi amigo, vigilaba desde dentro de la barbería para ver si alguna persona inocente picaba como pez el anzuelo. Los que estábamos con él, disimulábamos la acción y al rato vimos como una mujer se agachaba para coger la peseta y que conforme iba avanzando, la peseta se movía. Cuando vio que todos nos reíamos, se dio cuenta que era una broma y dirigiéndose a nosotros con cara sonriente, nos trató de sinvergüenzas.
Esa misma tarde, otro tuvo la idea de decir: haber quien es capaz de beber agua del botijo mientras va diciendo: Gregorio Gregorico, hay que bonico. Todos probamos esta acción y terminamos empapados como esponjas; el suelo, quedó bien regado y a mi no me quedaron ganas de más bromas.
Uno de estos compañeros, era muy inquieto; lo mismo se tumbaba en el banco que se ponía de pié sobre este asiento; a este si que temía cuando yo veía que venía hacia la barbería; era un caso aparte.
Cuando me encontraba solo o con un amigo, alguna tarde me recreaba viendo dirigirse hacia la aljibe a la chica que me gustaba y que la saludaba alzando el brazo; de ella, solo observé que se sonreía.
Uno de estos amigos me dijo: Manuel, vamos a hacer una quiniela entre tu y yo y lo que toque a medias; mi amigo, puso catorce unos en una apuesta. El domingo salió acertada y al otro día, este amigo mío lo quería celebrar por todo lo alto; no cobramos ni para pipas.
Habrá sido aburrido para vosotros; para mi, ha sido revivir un poco el inicio de mi juventud. Saludos de Manuel Méndez.
No entiendo como es, que cuando recordamos anécdotas de nuestra niñez, parece que esos momentos, lo estamos viviendo.
Es posible que no tenga importancia para algunas personas que lean este mensaje, las pequeñas historias que seguidamente voy a contar:
Algunas tardes en la barbería, se me hacían muy cortas gracias a las visitas de mis amigos. Charlábamos, nos contábamos chistes y reíamos.
Una de esas tardes, a uno de estos, se le ocurrió atar con un hilo y por una esquina, un billete de peseta; el billete, lo puso en medio de la calle y con una mano, lo sujetaba por el otro extremo. Mi amigo, vigilaba desde dentro de la barbería para ver si alguna persona inocente picaba como pez el anzuelo. Los que estábamos con él, disimulábamos la acción y al rato vimos como una mujer se agachaba para coger la peseta y que conforme iba avanzando, la peseta se movía. Cuando vio que todos nos reíamos, se dio cuenta que era una broma y dirigiéndose a nosotros con cara sonriente, nos trató de sinvergüenzas.
Esa misma tarde, otro tuvo la idea de decir: haber quien es capaz de beber agua del botijo mientras va diciendo: Gregorio Gregorico, hay que bonico. Todos probamos esta acción y terminamos empapados como esponjas; el suelo, quedó bien regado y a mi no me quedaron ganas de más bromas.
Uno de estos compañeros, era muy inquieto; lo mismo se tumbaba en el banco que se ponía de pié sobre este asiento; a este si que temía cuando yo veía que venía hacia la barbería; era un caso aparte.
Cuando me encontraba solo o con un amigo, alguna tarde me recreaba viendo dirigirse hacia la aljibe a la chica que me gustaba y que la saludaba alzando el brazo; de ella, solo observé que se sonreía.
Uno de estos amigos me dijo: Manuel, vamos a hacer una quiniela entre tu y yo y lo que toque a medias; mi amigo, puso catorce unos en una apuesta. El domingo salió acertada y al otro día, este amigo mío lo quería celebrar por todo lo alto; no cobramos ni para pipas.
Habrá sido aburrido para vosotros; para mi, ha sido revivir un poco el inicio de mi juventud. Saludos de Manuel Méndez.