No podía faltar el «Proverbio» más conocido de Antonio Machado, tantas veces cantado, recitado, escuchado y llorado:
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Caminante, es decir, viajero de la vida, busca tú mismo tu destino, nada está marcado, harás lo que tú quieras, pero debes avanzar tú, sin que te obsesione el pasado. No pienses en el futuro, el camino de hoy es el que importa.
Las estelas, de espuma al fin, son el mensaje de las vidas de los otros, de aquellos que —para cada uno— han significado algo. Ésa es la única pista, quizás, que podemos tener en nuestro particular viaje.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Caminante, es decir, viajero de la vida, busca tú mismo tu destino, nada está marcado, harás lo que tú quieras, pero debes avanzar tú, sin que te obsesione el pasado. No pienses en el futuro, el camino de hoy es el que importa.
Las estelas, de espuma al fin, son el mensaje de las vidas de los otros, de aquellos que —para cada uno— han significado algo. Ésa es la única pista, quizás, que podemos tener en nuestro particular viaje.