AL PILOTO.
Querido Leocadio:
Cicerón hablaba de que hay que permanecer activo mientras "el cuerpo aguante". Decía que la senectud o madurez consolidada no tenía nada que ver con un cuerpo maltratado por las enfermedades o las deficiencias.
Homero alababa la senectud como una parte de la vida imprescindible y necesaria para los pueblos. Los consejos de ancianos le daban temple y justicia a los Estados de tiempos pasados.
El anciano, persona mayor o persona de madurez consolidada, el "viejo"- no me gusta nada esta palabra-, debe ser respetado por la sabiduría que da toda una vida. A esa sabiduría es a la que todos aspiramos.
El anciano, después de haber dedicado toda su vida a sacar su familia adelante, puede hacer dos cosas:
Dedicarse a "il dolce far niente", actitud a la que tiene todo el derecho del mundo o, si tiene espíritu inquieto -Usted- dedicarse al enriquecimiento del saber. Yo, me apunto a su bando.
En lo referente a las tres cosas que hay que hacer, al menos, en la vida:
a) Plantar un árbol:
Hay gente que planta muchos y no se acuerda de él, ni su familia. Hay quien siembra, da calor y recibe ciento por uno y... ¡no plantó ningún árbol!
b) Tener un hijo:
Hay quien tiene muchos y luego, cuando más falta hace, no tiene ninguno. También tengo que decir que los hijos son nuestra vida y nuestra ilusión y el motivo de todos nuestros desvelos.
En resumen: somos el espejo de cómo nos criaron y vivimos de cara a quien damos nuestro amor, nuestra ilusión y nuestro esfuerzo.
c) Escribir un libro:
Todos escribimos, día a día, nuestra historia y además se queda publicada a fuego en las memorias de quien nos rodea. Es pues, el mejor de los libros.
Sé que la ancianidad provoca limitaciones físicas y que la mente, siempre activa, no tolera y entonces, crea un estado depresivo o ansioso que sólo es vencido por la ilusión de cada día. Ser útil a la familia, escribir en un foro para estimular a sus integrantes y dar noticia de que hay ánimos para seguir adelante, es suficiente para que, quien lo estima, esté contento.
Salir un ratito de casa, dar un paseo - aunque sea con garrote-, sentarse en un banco, cerrar los ojos y recibir la brisa refrescante de los alisios en la cara y luego, ya de vuelta, observar los huertos cultivados por la ilusión de otros y esbozar una sonrisa - aunque duelan todos los huesos-, al ver que otros siguen sus mismos pasos y después... recogerse en casa, atender y querer a quien lo quiere de toda la vida
¡Eso es lo más grande!
Usted lo está haciendo con una fortaleza y un ánimo que todos desearíamos.
Leocadio, cuando se siente en ese banco - que no sé dónde está, pero usted sí- yo estaré a su lado y le preguntaré aquello de: "Cómo ha estado el tomillo este año en los cerros?"
Un abrazo, amigo mío.
Enviado desde mi iPad
Querido Leocadio:
Cicerón hablaba de que hay que permanecer activo mientras "el cuerpo aguante". Decía que la senectud o madurez consolidada no tenía nada que ver con un cuerpo maltratado por las enfermedades o las deficiencias.
Homero alababa la senectud como una parte de la vida imprescindible y necesaria para los pueblos. Los consejos de ancianos le daban temple y justicia a los Estados de tiempos pasados.
El anciano, persona mayor o persona de madurez consolidada, el "viejo"- no me gusta nada esta palabra-, debe ser respetado por la sabiduría que da toda una vida. A esa sabiduría es a la que todos aspiramos.
El anciano, después de haber dedicado toda su vida a sacar su familia adelante, puede hacer dos cosas:
Dedicarse a "il dolce far niente", actitud a la que tiene todo el derecho del mundo o, si tiene espíritu inquieto -Usted- dedicarse al enriquecimiento del saber. Yo, me apunto a su bando.
En lo referente a las tres cosas que hay que hacer, al menos, en la vida:
a) Plantar un árbol:
Hay gente que planta muchos y no se acuerda de él, ni su familia. Hay quien siembra, da calor y recibe ciento por uno y... ¡no plantó ningún árbol!
b) Tener un hijo:
Hay quien tiene muchos y luego, cuando más falta hace, no tiene ninguno. También tengo que decir que los hijos son nuestra vida y nuestra ilusión y el motivo de todos nuestros desvelos.
En resumen: somos el espejo de cómo nos criaron y vivimos de cara a quien damos nuestro amor, nuestra ilusión y nuestro esfuerzo.
c) Escribir un libro:
Todos escribimos, día a día, nuestra historia y además se queda publicada a fuego en las memorias de quien nos rodea. Es pues, el mejor de los libros.
Sé que la ancianidad provoca limitaciones físicas y que la mente, siempre activa, no tolera y entonces, crea un estado depresivo o ansioso que sólo es vencido por la ilusión de cada día. Ser útil a la familia, escribir en un foro para estimular a sus integrantes y dar noticia de que hay ánimos para seguir adelante, es suficiente para que, quien lo estima, esté contento.
Salir un ratito de casa, dar un paseo - aunque sea con garrote-, sentarse en un banco, cerrar los ojos y recibir la brisa refrescante de los alisios en la cara y luego, ya de vuelta, observar los huertos cultivados por la ilusión de otros y esbozar una sonrisa - aunque duelan todos los huesos-, al ver que otros siguen sus mismos pasos y después... recogerse en casa, atender y querer a quien lo quiere de toda la vida
¡Eso es lo más grande!
Usted lo está haciendo con una fortaleza y un ánimo que todos desearíamos.
Leocadio, cuando se siente en ese banco - que no sé dónde está, pero usted sí- yo estaré a su lado y le preguntaré aquello de: "Cómo ha estado el tomillo este año en los cerros?"
Un abrazo, amigo mío.
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