Desde la Galicia lejana, me llevaron siendo muy niño a ese paraíso de agua, donde el sol acaricia los deseos y enternece el corazón. Había terminado una guerra, cuando llegamos al Puerto de esa bella Roquetas, donde yo pude ver por primera vez el mar y sentir el arrullo de las olas que venían hasta la playa donde los barcos descansaban. Antonio Fernández, que vivía en la calle Santa Ana y su hermana Pepa, eran mis cuidadores, los que tanto cariño me daban. Recuerdo el barco del Guerrillas, que tanto pescado nos daban para matar el hambre en aquella época tan mala. Después en Almería, cuantas veces me subía en el carro de Enrique, que venía cargado con sal para el molino que había junto a la plaza de toros... De aquellas gentes, sólo me queda Josefa Fernández, que siento unas ganas inmensas de conocerla, por el gran cariño que tenía a su padre. En Roquetas fui a la primera escuela, y en Roquetas hice la Primera Comunión, y al pasar de los años. aun llevo a Roquetas en el corazón. Desde Vigo, Anselmo Prada León