RECUERDOS, cuantos recuerdos...
Viernes 8 de julio de 2011.
Falta poco para las once y media de la mañana y en Buenos Aires hace mucho frío.
Salgo al patio de casa; hay un brillante sol y un poco de viento.
En un rincón -entre la parrilla y el gran jaulón de mis pájaros-, me apoyo en la pared. Aquí, que hace una esponta, el sol calienta de una forma que te invita a quedarte un buen rato.
Surge en mi mente un recuerdo, el de muchas mañanas de invierno en Nieva:
la Calle; el frente de la casa del Tío Bartolo; unos rayos de sol que dan un agradable calorcito al lugar y por lo tanto a tu cuerpo. Varios vecinos con los hombros y un pie apoyados en la pared y un manojo de esparto bajo el hombro, hacen soga.
Otro hombre pica esparto en la piedra “picaera”.
Unos cuantos chiquillos aprovechamos el calorcillo del sol para contentos jugar y entre esos juegos estaba el de poner pezones de higo en un clavo que había en la pared para que dos o tres perros que por allí merodeaban, lo cogieran con la boca y con ganas de un salto. De esa manera su hambre demostraban.
Y me quedé un rato recordando, pensando…, mientras al suelo miraba.
Viernes 8 de julio de 2011.
Falta poco para las once y media de la mañana y en Buenos Aires hace mucho frío.
Salgo al patio de casa; hay un brillante sol y un poco de viento.
En un rincón -entre la parrilla y el gran jaulón de mis pájaros-, me apoyo en la pared. Aquí, que hace una esponta, el sol calienta de una forma que te invita a quedarte un buen rato.
Surge en mi mente un recuerdo, el de muchas mañanas de invierno en Nieva:
la Calle; el frente de la casa del Tío Bartolo; unos rayos de sol que dan un agradable calorcito al lugar y por lo tanto a tu cuerpo. Varios vecinos con los hombros y un pie apoyados en la pared y un manojo de esparto bajo el hombro, hacen soga.
Otro hombre pica esparto en la piedra “picaera”.
Unos cuantos chiquillos aprovechamos el calorcillo del sol para contentos jugar y entre esos juegos estaba el de poner pezones de higo en un clavo que había en la pared para que dos o tres perros que por allí merodeaban, lo cogieran con la boca y con ganas de un salto. De esa manera su hambre demostraban.
Y me quedé un rato recordando, pensando…, mientras al suelo miraba.
¡joé con el tio este!
pa que miraba pal suelo?
pa que miraba pal suelo?