Historia:
Los primeros restos encontrados en Turre pertenecen al Paleolítico. Pero no son los únicos, pues otras culturas posteriores también dejaron sus huellas junto a los límites de esta localidad: los celtas de la edad del hierro en Las Alparatas; los iberos y los romanos en Cádima. Sin embargo, será tras la conquista musulmana de la Península Ibérica cuando en el espacio geográfico de Turre se produzcan importantes cambios. Los asentamientos mozárabes principales se sitúan en los cerros del Tiján, Inox, las Palomas, y en las proximidades de las cortijadas de La Carrasca y Mófar. A fines de la Alta Edad Media (siglos X - XII), con la salida y expulsión de los mozárabes, desaparece la actividad humana en los poblados antes mencionados y vuelve a poblarse circunstancialmente la alquería Cádima (el viejo asentamiento ibero-romano), mientras que se da otro poblamiento, quizá almohade y no muy duradero, en la zona del cortijo del Gitano. A partir de la fundación del reino nazarita de Granada (siglo XIII), el espacio geográfico de nuevo se remodela. Se forman entonces dos pueblos en la Sierra: Teresa y Cabrera. Mientras, en el solar que ocupa Turre los musulmanes de Mojácar construyen una torre vigía, para que puedan protegerse los campesinos cuando penetren los cristianos que hacen las razzias desde Lorca. Esta torre será la que le dé con el tiempo nombre al pueblo (latin: Turris-is). La conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos va a posibilitar la creación del municipio de Turre. En 1488 los musulmanes que vivían en Mojácar y que no quisieron marchar a Africa fueron obligados a salir del pueblo y a asentarse en el interior del territorio a más de una legua de la costa. En el año 1501 se produjo la conversión de los mudéjares de Turre en cristianos nuevos e inmediatamente hubo un intento generalizado de huida a África que fue abortado por las guarniciones cristianas de Mojácar y de Vera. Como consecuencia, un importante número de moriscos turreros fueron esclavizados. Este hecho por sí sólo plantea la difícil coexistencia que se dió entre los moriscos y los repobladores castellanos que se instalaron en la comarca. Episodios análogos de huidas masivas, casi siempre exitosas, se dieron también en las poblaciones de Teresa y Cabrera. Por otra parte los intentos por repoblar Teresa y Cabrera fracasaron uno tras otro, tomando el Consejo de Población en 1593 la decisión de dar toda la Sierra a censo enfiutético al capitán Reynaldos de Amezquita, que la utilizó casi exclusivamente para pastos de ganados, por lo que la repoblación de las cortijadas que hoy conocemos no empezó hasta los primeros decenios del siglo XVIII. El 25 de Mayo de 1596, el rey tras contrastar la opinión de varias personalidades que conocían el problema emite una cédula por la que autorizaba el traslado de los repobladores hasta el viejo pueblo morisco, para que allí formasen un consejo autónomo, levantasen las casas, reparasen la iglesia, etc.