Desde la
Galicia lejana, me llevaron siendo muy niño a ese paraíso de
agua, donde el sol acaricia los deseos y enternece el corazón. Había terminado una guerra, cuando llegamos al
Puerto de esa bella Roquetas, donde yo pude ver por primera vez el
mar y sentir el arrullo de las olas que venían hasta la
playa donde los
barcos descansaban. Antonio Fernández, que vivía en la
calle Santa Ana y su hermana Pepa, eran mis cuidadores, los que tanto cariño me daban. Recuerdo el
barco del Guerrillas, que tanto
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