El rey Alfonso X no respetó estos legados y Enrique terminó marchando de Castilla. En octubre de 1264, el rey Alfonso X, en el ámbito de revuelta mudéjar retomó la ciudad. Desde entonces
Arcos asumió el papel de frontera castellano-nazarí. Hasta la definitiva caída del reino de
Granada, Arcos formó parte de la segunda línea del entramado defensivo en la frontera de Granada.