Durante el siglo xviii, la ciudad se desarrolló definitivamente fuera del recinto
amurallado, surgiendo tres enclaves: el
barrio de la Corredera, el de más calidad, con las residencias de la burguesía,
Hospital de
San Juan de Dios, Pósito de Carlos III,
Mesón del Duque e
iglesia de San Miguel; el barrio de San Francisco, en torno a la iglesia de los Franciscanos del siglo xvi, en la que destaca la
capilla de las
Aguas; y el barrio Bajo, cuyo origen puede estar en un asentamiento
morisco en el actual barrio de Cómpeta.