Arcos desprende cierto aire de nostalgia, de tiempos pasados de realengo y notable poderío impregnado en un rico patrimonio que convive, a la vez, con zonas degradadas. Siempre me resultan más creíbles estos lugares «no-perfectos», donde al girar una
esquina, al entrar en un callejón o perderte en una
rincón, descubres el paso de los años, del tiempo inexorable, en definitiva, del olvido.