Un despeñadero cuya cima está coronada por un conjunto de casitas de inmaculado blanco, un
castillo y varias
torres. Esa es la primera imagen de este
pueblo gaditano que esconde un hermoso laberinto de callejas encaladas salpicadas por orgullosos templos. Acaso la más clásica descripción de
Arcos de la Frontera fue realizada por Azorín en su obra "Los
pueblos". Allí, el autor de numerosos ensayos sobre
España afirma que este pueblo se encuentra sobre "una meseta plana"; sobre ella "casitas blancas y vetustos caserones negruzcos" y a sus pies "un
río callado, lento, de
aguas terrosas, que lame la
piedra amarillenta, que la va socavando poco a poco, insidiosamente".