Avanzamos hacia su interior y —oh, sorpresa— el Renacimiento en todo su esplendor nos da la bienvenida: ya en el siglo XVI los Enríquez de Ribera decidieron reformar lo que quedaba de aquel mítico
castillo y transformar su concepto defensivo en un bello
palacio de estilo plateresco que albergara grandes obras de
arte moldeadas por artistas italianos. Obras que, tiempo más tarde, acabarían en otro de los
palacios de la
familia: en la sevillana
Casa de Pilatos. Caminamos por su
patio rodeado de un
claustro de
arcos peraltados y nos acercamos hasta su
fuente de mármol; subimos a la segunda planta y admiramos la
postal desde un nuevo punto de vista.