Velarde nuestro escritor no lo olviden las generaciones venideras
El gorrión, atrevido ladronzuelo,
Allí, chillando sin cesar, revuela
De rama en rama y del tejado al suelo;
El pichón, que a su tierna amante cela,
La sigue andando y la persigue al vuelo.
Chacharean sin fin las golondrinas;
Hace la rueda y alborota el pavo;
Revuélcanse en el polvo las gallinas;
Los polluelos, por ver quién es más bravo,
Se enredan en terribles sarracinas,
Que el gallo viene a terminar al cabo
Corriéndolos con miras asesinas;
Los patos, cuneándose con gozo,
Se congregan al ruido del carrillo,
Agua pidiendo en derredor del pozo;
Y cuando a tan alegre baturrillo
Término dan las luces vespertinas,
Comienza el dulce chirrear del grillo,
Y vienen al moral los ruiseñores
De las huertas vecinas
A cantar sus ternísimos amores.
El gorrión, atrevido ladronzuelo,
Allí, chillando sin cesar, revuela
De rama en rama y del tejado al suelo;
El pichón, que a su tierna amante cela,
La sigue andando y la persigue al vuelo.
Chacharean sin fin las golondrinas;
Hace la rueda y alborota el pavo;
Revuélcanse en el polvo las gallinas;
Los polluelos, por ver quién es más bravo,
Se enredan en terribles sarracinas,
Que el gallo viene a terminar al cabo
Corriéndolos con miras asesinas;
Los patos, cuneándose con gozo,
Se congregan al ruido del carrillo,
Agua pidiendo en derredor del pozo;
Y cuando a tan alegre baturrillo
Término dan las luces vespertinas,
Comienza el dulce chirrear del grillo,
Y vienen al moral los ruiseñores
De las huertas vecinas
A cantar sus ternísimos amores.