En las
calles más cercanas al centro y al propio templo de
San Miguel, abundan las
casas palaciegas, las residencias de
familias nobles, para, a partir de la
Cruz Vieja, difuminarse y transformarse en alegres casas de vecinos,
patios de
flores y paredes blancas. Existe cierta competición popular con el
barrio de Santiago, al ser los dos
barrios nacidos como arrabales extramuros y tener una larga
tradición flamenca.