Tu mirar es de azogue y es de acero, columpiado en pupilas trabajadas por soles y por vientos. Desveladas en el ingente esfuerzo palanguero. ¡cuánto
mar en tus ojos! Prisionero de batidos aguajes que a oteadas, resumen descubiertas trasnochadas, desde el cantil cautivo del pesquero. ¡cuánto mar en tus ojos! Se te afina, la
roca, el fango, el ancla, la bocina; la imagen del
pescado entre las redes, cuando el párpado cede la vigilia, y en tu proa hay un nombre de
familia; Ana, Rosario Caridad, Mercedes...
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