La grasa que en la cara le resbala, los deshollina a ratos, y le tiñe la indescifrable piel en que se ciñe la colilla que al labio se propala. Nadie su tiempo alivia, ni regala un sorbito, un apoyo o un aliñe, que es oficio su oficio que constriñe y exige seriedad a punta pala. Profesional de sórdidas almenas; adivino del
mar a duras penas, cuida el motor con ilusión de artista. Pero atraca al pesquero. Y
agua clara a borbotones nuevos por su cara, le difumina el rol de motorista.
Juana María.