Al pie de la
Torre del
Homenaje –uno de los pocos testimonios del alcázar que presidió
Setenil– está el
mirador del Lizón, que permite ver la población como la ven los halcones peregrinos y casi medio centenar de aves distintas más que la sobrevuelan. Y otro mirador excepcional es el de la Villa, que está cerca del anterior, junto a la
iglesia de la Encarnación, y domina desde las alturas las
calles-
cueva Cabrerizas y Jardinerías y la cerradísima curva que describe el Guadalporcún.