Los precedentes más ciertos hay que buscarlos en la villa latina de Lacippo, fundada con motivo de la colonización
romana que siguió a la expulsión de los cartagineses. Los árabes se alojaron en este hogar natural de la
montaña durante siglos. Desde aquí plantaron cara a las sucesivas incursiones castellanas, pero el apego a su tierra y la complicidad orográfica mantuvieron firme el
estandarte de la Media Luna hasta que la Reconquista comenzó a tocar a su fin. Los reyes católicos se iban sucediendo en el trono, y la localidad permanecía inalterada por más que los alrededores, en su mayoría, habían sido cobrados tiempo atrás para la
Cruz. Tantos acosos y ataques de los nuevos invasores le valieron al
pueblo el curioso nombre de Septem Nihl (que significa en latín Siete veces nada), en recuerdo de las intentonas infructuosas de los castellanos. Finalmente, y muy debilitado ya el Islam en la península, Fernando el Católico, monarca de
Aragón y rey consorte de Castilla, ganó la
plaza el 21 de septiembre del año 1484. Ocho años después caería el último baluarte de los moros, el reino nazarí de
Granada, quedando Al-Andalus bajo la férula de los conquistadores del norte.