El matrimonio se asentó en una población bereber, junto a una colina. El emir fue teniendo cada vez más poder, pero Lalla Zohra se encontraba cada día más triste. No podía olvidar la tierra que la había visto nacer ni sabía cómo dejar atrás esa nostalgia que le acechaba día tras día. Preocupado por la salud de su mujer Rachid tomó la decisión de recrear su
pueblo natal e hizo construir una población a su imagen y semejanza, con un trazado de
calles irregulares y
casas blancas que fueron teñidas de azul como gesto al pueblo bereber que tan bien les había acogido.