Sobre la verde orilla del
río había crecido un bello lirio. Alta y erguida sobre su tallo, la
flor reflejaba sus blancos pétalos en el
agua y el agua quiso apoderarse de ella.
Cada onda que pasaba se llevaba consigo la imagen de aquella blanca corola, y transmitía su deseo a las ondas que aún no habían llegado a verla. Y así, todo el río empezó a agitarse, inquieto y veloz. No pudiendo apoderarse del lirio, tan bien plantado y alto sobre su robusto tallo, las olas se lanzaron furiosas contra la
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