En el cortijo se trabajaba de sol a sol, incluidos sábados y domingos, en diversas y duras tareas, y aunque la familia tenia una incipiente conciencia de clase, un tanto simple e ingenua, -el abuelo no-, era muy difícil, por no decir imposible, revindicar pequeñas mejoras y ajustes, para que las cosas fueran mas llevaderas, porque los señores eran alérgicos a todo eso y ponían mil trabas, ante las tímidas peticiones de mis tíos y tías. Así, todo continuaba inamovible. Ello hacia que el tío abuelo,
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Curiosamente, cuándo había un fallecimiento familiar, cercano o lejano, lo sintieras o no, te "enlutaban"un mínimo de 2 años, normalmente 3, cortándote de raíz tus buenas holganzas, alegrías, regodeos y todo lo que te hacia sentir vivo, con lo que pasabas a ser, también, un muerto, aunque aparentemente vivo. En aquel estado, mostrarse mínimamente optimista u alegre, pasaba a ser algo paranormal o subversivo, así que haba que estar siempre circundado por la tristeza, el medro y el llanto, como se le supone, a un muerto vivo. La cosa llegaba a tal punto, que el tío abuelo, con su socarronería típica, comentaba que hubo gente, que de tanto luto, se les olvidó que estaban vivos, y vivían, aparentemente muertos, como si nunca hubiesen vivido, acordes con el país.
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