Curiosamente, cuándo había un fallecimiento familiar, cercano o lejano, lo sintieras o no, te "enlutaban"un mínimo de 2 años, normalmente 3, cortándote de raíz tus buenas holganzas, alegrías, regodeos y todo lo que te hacia sentir vivo, con lo que pasabas a ser, también, un muerto, aunque aparentemente vivo. En aquel estado, mostrarse mínimamente optimista u alegre, pasaba a ser algo paranormal o subversivo, así que haba que estar siempre circundado por la tristeza, el medro y el llanto, como se ... (ver texto completo)
Pasó el tiempo; mis tíos y tías, habían emigrado casi todos, y, servidor, también andaba ya por el mundo, comenzando un ciclo vital, lleno de inseguridades, de dudas, afrontando situaciones desconocidas, y sintiendo anhelos ardientes y también desconocidos. Hasta que un día, la vida nos mostró su cara más descarnada y menos amable. Un 3 de febrero, gris y ventoso, el abuelo amanecía en su cama, sonriente, pero frio e inánime. Se había ido sin despedirse. Una muerte fácil, como el quería. De inmediato, acudimos todos, incluido el tío abuelo. Lo despidió mucha gente que lo conocía y apreciaba. Hasta el señorito apareció por allí, siempre marcando las correspondientes distancias, cosa por la que el tío abuelo le largó una soflama envenenada y a punto estuvo de llegar a las manos con el chófer, impidiéndolo el párroco. Lo último que recuerdo de todo esto, es a la abuela despidiendo el entierro desde una ventana, con la mirada llena de tristeza y melancolía.
que el tío abuelo le largo una soflama envenenada y a punto estuvieron de llegar a las manos ... (ver texto completo)
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