Recuerdo aquellas fiestas de Candelaria apoteósicas donde los muchachos nos pásabamos 2 semanas acarreando támaras del campo para ver quién hacía la candela más grande (cerrilleros, fuenteceros, estacioneros), después de que salíamos de la escuela claro. Hacíamos nuestras antorchas y teas de corcho, la ennegrecíamos en la candela y a ponernos todos negros como humeros aquella noche. Revanchismo sano y alegre que no impedía que en ocasiones acabara en trifulca sin ir más, por culpa de algún robo de ... (ver texto completo)