Yo también guardo buenos recuerdos de estas escuelas; ahí nos quitamos un poco el hambre con aquella leche en polvo que nos enviaban los Americanos a cambio de cederles las bases militares. Nos turnábamos todos los días a media mañana y allí estábamos con la cántara y un palo dándole vueltas a la leche en polvo con agua. Y en fila india a servir un vaso a cada alumno. Riquísima (supongo), no había otra cosa.