Rompiendo el encanto y abriendo el apetito, ¡asi tan de mañana!.
LA MATANZA
Hacia el mes de Marzo se traía paja fresca para preparar la "zahúrda” ante la llegada de sus nuevos inquilinos. Los niños acudíamos raudos para ver esos cerditos ágiles que empezaban a olisquearlo todo y a escarbar por doquier. Nos quedábamos fascinados si algunos de ellos tenían manchas negras o alguno era negrito del todo. Casi presumíamos entonces de que nuestro "guarrillo" no era como el de los demás.
Una mañana de Noviembre o Diciembre, muy temprano, en la oscuridad casi, nos levantábamos al oír el gruñido lamentoso y fuerte del “guarro”. Ahora, aquel gigante estaba encima de una mesa con varios hombres sujetándolo, otro con un cuchillo y alguien más, generalmente nuestra madre, recogiendo y removiendo la sangre en un lebrillo. Escena brutal ante la que pronto nos volvíamos totalmente insensibles. El rito de la matanza del cerdo estaba en nuestros genes transmitido por generaciones de antepasados. Rápidamente, deseábamos tomar parte en todo aquello y alguien nos ofrecía que sujetásemos al gorrino por el rabo. Pensábamos que dicha contribución era importantísima para que todo saliese bien. Al cabo de unos minutos el animal se quedaba sin sangre y dejaba de convulsionarse. Comenzaban tres días de frenético trabajo en casa y de festejos, para mi era una fiesta cada vez que asistía una matanza no, tanto por el sacrificio del cerdo, sino por lo que representaba de solidaridad y convivencia entre las familias y vecinas.
Además todos recordareis aquellas judiadas que nos gustaba hacer cuando ya la tarde había caído y al amparo de la oscuridad: el portazo y salir corriendo, la silla entre las ropa de la cama, la lata con ascuas y una guindilla, menudo humo, el recipiente con agua en la puerta entre abierta y les caía encima al primero que la termina de abrir, la disputas entre gente de otra matanza, etc. Etc.
Como último lo que representaba de disponer de viandas para lo más inmediato que eran las fiestas de Navidad y, después para el ”abio” del resto del año, hasta para con lo jamones comprar el cerdo o cerdos para el próximo año
Del cerdo hasta el rabo se aprovecha y, hasta los andares me gustan
Buen día para todos
LA MATANZA
Hacia el mes de Marzo se traía paja fresca para preparar la "zahúrda” ante la llegada de sus nuevos inquilinos. Los niños acudíamos raudos para ver esos cerditos ágiles que empezaban a olisquearlo todo y a escarbar por doquier. Nos quedábamos fascinados si algunos de ellos tenían manchas negras o alguno era negrito del todo. Casi presumíamos entonces de que nuestro "guarrillo" no era como el de los demás.
Una mañana de Noviembre o Diciembre, muy temprano, en la oscuridad casi, nos levantábamos al oír el gruñido lamentoso y fuerte del “guarro”. Ahora, aquel gigante estaba encima de una mesa con varios hombres sujetándolo, otro con un cuchillo y alguien más, generalmente nuestra madre, recogiendo y removiendo la sangre en un lebrillo. Escena brutal ante la que pronto nos volvíamos totalmente insensibles. El rito de la matanza del cerdo estaba en nuestros genes transmitido por generaciones de antepasados. Rápidamente, deseábamos tomar parte en todo aquello y alguien nos ofrecía que sujetásemos al gorrino por el rabo. Pensábamos que dicha contribución era importantísima para que todo saliese bien. Al cabo de unos minutos el animal se quedaba sin sangre y dejaba de convulsionarse. Comenzaban tres días de frenético trabajo en casa y de festejos, para mi era una fiesta cada vez que asistía una matanza no, tanto por el sacrificio del cerdo, sino por lo que representaba de solidaridad y convivencia entre las familias y vecinas.
Además todos recordareis aquellas judiadas que nos gustaba hacer cuando ya la tarde había caído y al amparo de la oscuridad: el portazo y salir corriendo, la silla entre las ropa de la cama, la lata con ascuas y una guindilla, menudo humo, el recipiente con agua en la puerta entre abierta y les caía encima al primero que la termina de abrir, la disputas entre gente de otra matanza, etc. Etc.
Como último lo que representaba de disponer de viandas para lo más inmediato que eran las fiestas de Navidad y, después para el ”abio” del resto del año, hasta para con lo jamones comprar el cerdo o cerdos para el próximo año
Del cerdo hasta el rabo se aprovecha y, hasta los andares me gustan
Buen día para todos