El día empezaba oyendo los chillidos del animal desde la cama. A partir de ahí lo recuerdo como un día festivo. El
cerdo chamuscado con la «jiniesta», pelado y abierto en
canal. Las perolas grandes de cobre, heredadas de los abuelos. Los lebrillos llenos de sangre, patatas cocidas, cebollas, etc. para la morcilla zanga y «la de todo el año». La zambomba que me hacían, creo, con la vejiga. Las tripas bien lavadas del animal y las compradas, preparadas para llenar. El molondrosco frito, la asadurilla,
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