El Albergue, de nuevo, es una realidad. Se puede comer todos los días de diario, menú, muy asequible, y los fines de semana, a la carta; por lo menos en estos días que he estado, abundante. El bar funciona abajo, pero sin barra; me explico: por el local se encuentran distribuidos unas especies de veladores con taburetes y mesas con sus sillas correspondientes, en los cuales te “acoplas” y los camarero/as del mismo, irán a preguntarte que es lo que quieres beber y te será servido. También puede uno ir al “mostrador! que existe, pides lo que vas a tomar, te lo ponen y te lo llevas. Ventajas, que si hay sitio, el camarero/a te ve y te atiende y a consumir, pero el problemas será cuando estemos muchos, como en esta feria. Me imagino que el “posadero” lo tendrá en cuenta y lo solucionará. De todos modos, la primera impresión de estos dos días que he estado en el pueblo, he comido allí, y ¡bien! Demos tiempo al tiempo.