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CONQUISTA: Edmundo, ahora comprendo porqué una vez que estando...

Vaya este escrito especialmente dedicado a Isabel Martín por cuanto sus fotos y vídeo colgado, han dado origen al relato de la anécdota que ahora ve la luz. Prometiéndole además bastante mas información culinaria sobre los “Pucheros ferroviarios” a bordo de locomotoras.

Dedicado también especialmente a Manuela, a la que también en breve (posiblemente este finde), daré la información demandada de los automotores. A la vez que le significo también mi adhesión a la idea que del “homenaje y coronación” que como reina, andan divulgando por ahí; preguntándole a mi vez que va a hacer con el ya otorgado título de Reina de la Estación?.

Igualmente también de manera especial va dedicado a Ilde, que es otra de las acreedoras de mi promesa de información sobre los automotores.

Tampoco puedo olvidar al amigo y forero Tomás (TOGU), por la mención a sus viajes en el automotor, entre Puertollano. y Conquista, al igual que a los famosos guateques de la sala de espera de la estación.

Por último dedicado a todos los foreros en general, con el deseo de que templemos nervios, aliñemos un buen y fresquito gazpacho de armonía y concordia, tomándonos unos buenos tazones.

Isa, en primer lugar mi felicitación por las fotos y el vídeo, ¡Chapó!, son muy buenos.

Ahora ya va hilvanada la historia de la anécdota en sí, a la que dándole un largo título, podríamos anunciarla como:

“IR A POR AGUA Y SALIR ACOJONADO”.

El vídeo colgado por Isa, con los ladridos del perro y el balido de las cabras u ovejas, amén de la noche con hermosa luna, componen una bella estampa bucólica, que a su vez me hizo recordar una anécdota personal que en su momento, cuando sucedió, me dejó bastante acojonado. Fue allá por la primavera del 58, tenia entonces 12 años, fui (como solía hacer con frecuencia) desde Conquista (estación) a El Horcajo (estación), iba a por agua al “Chorrito”, el que está o estaba (al menos en aquella época) bajando el terraplén de la explanada de la estación, en la margen izquierda del camino que iba al pueblo, a escasos 200/300 mts., de la estación, en la hondonada que hacía el recodo del camino, en su primera curva a la izquierda.

Teníamos la creencia (no exenta de razón) de que la bonísima y fresquita agua que salía del citado “chorrito”, perduraba bastante en su frescor, por lo que de <<tren a automotor>>, o de <<automotor a automotor>>, en corto viaje de ida y vuelta, íbamos para allá, era bajar hasta el “chorrito”, llenar cuatro enormes botijos, acarreándolos en dos veces, e irse unos minutos mas tarde para Conquista. Eran los tiempos en que aún los frigoríficos no estaban como el NODO, “al alcance de todos los españoles”, los pocos que iban llegando por aquellos lares, se vendían a cifras astronómicas para la economía de muchas familias, por lo que la mayoría de gente, aún seguía empleando los múltiples remedios caseros que se conocían para refrescar.

Tras este largo preámbulo para situar el motivo y acción, aquí va la anécdota:

Es el caso que una de estas veces, una vez efectuado el llenado de los botijos, estando ya a la espera de la llegada del automotor, charlando con el Sr. Díaz (Jefe de estación), sonó el teléfono avisándole de un retraso por avería, (fue de 2 horas), me lo comenta y mientras el se va a atender a sus animales, gallinas etc., yo me voy a dar un paseo vía adelante (dirección La Garganta), cuando había caminado aproximadamente 1 km., decidí sentarme a descansar un poco, para luego regresar.

Estaba sentado en las inmediaciones de una trinchera, en una de las piedras que había justo al borde la misma e inmediata al también borde un terraplén, cuando de repente siento un jadeo a mi espalda, casi a la altura del cuello y de la oreja derecha, me quedé sobrecogido e inmóvil, durante unos segundos que me resultaron eternos (creo que casi un minuto), tuve el bello erizado, los “pelos de punta”, como escarpias, lo que fuese (no llegué a verlo del todo bien), estuvo olisqueándome y jadeando durante todo el tiempo que estuvo situado a mi espalda, no debí resultarle muy apetecible y decidió marcharse, cuando le oí alejarse, volví la cabeza, vi. como desaparecía entre los arbustos y la maleza, por ello no pude verlo bien, solo un poco y mal los cuartos traseros, me inclino por que pudiera tratarse de un lobo (por aquello que dicen del erizamiento del bello), pero también pudo tratarse de cualquier otro bicho de cuatro patas, el caso es que me los puso mas que de corbata, creo que hasta me sirvieron de “pompones”.

En el camino de regreso a la estación superé con creces, la velocidad de crucero del mismísimo automotor, hasta el extremo de llegar a las inmediaciones en brevísimos minutos, luego tuve que estar recuperando el resuello un buen rato, en el andén, entre otros motivos, no quería dar lugar a servir de cachondeo si me preguntaban por mi agitado estado, así que cuando todo se hubo normalizado, me presente en el despacho de la estación y esperé la llegada del automotor para regresar a Conquista.
Un abrazo para todos/Edmundo.

EDMUNDO: lo que me he ´podío de reir´ con la historia, jajaaa, no sé ni por dónde empezar a comentar.

En primer lugar, gracias a ti por el comentario sobre mi vídeo. Y en segundo: vaya recuerdo más chungo que te he traído a la memoria!, jajaa, menos mal que ahora te hará más gracia que otra cosa. SEría un lobo, o un jabalí... vete a saber!. Ya me imagino el mal trago, no me extraña que salieras corriendo a la velocidad del rayo, jajaaa (qué risa cómo lo has contado). Menos mal que no te pasó nada. A lo mejor sólo quería olerte, pero hiciste muy bien en quedarte quieto. Uffff!.

TAmbién me has traído muy buenos recuerdos tú a mi con la descripción tan magnífica que has hecho del chorrito del Horcajo. Se nota que conoces el camino a la perfección!, al igual que yo. Mejor dicho: lo conocía. Porque ahora, como no me explique alguien dónde está (o estaba), no reconozco nada. Ni siquiera tengo claro dónde estaban las casas donde yo vivía (la de la estación y la del guardaagujas), porque ahora lo que hay en su lugar es el MAMOTRETO DE ESTILO HORMIGÓNICO (como dicen los de La Garganta) del viaducto nuevo del AVE, que es el culpable de que derribaran esas dos casas y de que ahora yo no reconozca el sitio. Pero cuando vuelva este verano, me pienso llevar al guía ´atado a mi con unas esposas´ para que me diga dónde estaban esas casas y el chorrito. Haré fotos del lugar exacto, y las veréis, eso está pendiente.
Tremenda historia!, gracias por compartirla con nosotros.
UN abrazote ferroviario!. Abrazo para tod@s.
PD: CONQUISTEÑA: VIVAN LOS NOVIOS!.

Decía que lo has clavao con respecto a la estación y al chorrito. Es así como tú dices: el agua era fresquita, era la nevera que teníamos allí (tienes una foto del chorrito en la web del Horcajo), donde estamos mi hermana y yo. TAmbién se puede ver el chorrito, con un cubo debajo del chorro del agua lleno de botellas de ´Casera´ y de cerveza, jajaaa, qué recuerdos más buenos!.

Edmundo, ahora comprendo porqué una vez que estando en el casino viendo la tele, "olías" un poco raro, claro la explicación es el "cangui" que te dió el día del lobo/jabalí/venao/liebre/gato, etc, etc.
Es broma; bonita tu crónica y/o historia.
Igual que TOGU, el recuerdo que tengo del automotor, son los viajes que hacía dos veces al año, junio y septiembre, para ir a exminarme a Puertollano del bachiller; siempre teníamos que ir de pie, nunca encontrábamos asiento, pero éramos jóvenes, y con el aliciente de viajar, no teníamos problemas.
Voy a contar, algo, de uno de los viajes que hice desde Puertollano a Conquista, más que el viaje, "la noche de espera". Como dice TOGU, cogíamos el tren en Madrid sobre la nueve de la noche y llegábamos a Puertonallano sobre las 4 ó 5 de la mañana, a primeros del año 1970, último año del tren por Conquista y nos fuimos desde la estación de la "vía ancha" a la de la "vía estrecha", con un frio que pelaba en aquella sala de espera. Pero he aquí, que en la estación, al lado de la sala de espera en lasal del jefe deestación, había alguén, el cual estaba muy calentito ya que tenía una estufa a tope, pero ni siquiera se le ocurrió decirnos, pasar aquí y calentaros, nos dejó fuera, en la sala de espera "helada" y "muertos" de frio. Solo decir que dicha persona era de Conquista, que trabajaba en el FEVE, y nos reconoció, pero hasta ahora. Eso se llama "no dar posada al peregrino". Lo cuento como paso. Triste
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Cierto Isabelo, los efluvios desprendidos, acorde con la experiencia vivida, eran de alta concentración de Metano, para más “INRI”, era la época en que aún no existían los “dodotis”, o no estaban muy popularizados y ¡Claro!, las “piedras” no servían para la prueba del algodón.
A quien habría que haberle dado un baño en el elemento viscoso que produce esos olores, es al insolidario (al menos en aquel momento) que os dejó pasar frío en aquellas circunstancias. Espero que coincidamos alguna vez por ... (ver texto completo)