A mí también me trae muchos recuerdos. Creo que eran de color verde y me parecían super modernos. Me divierte mucho recordar cómo, en el verano, todas las niñas del barrio de la estación íbamos con botijos llenos de agua fresca a vender agua. Y las carreras que se producían cuando algún viajero nos llamaba por la ventana y todas a la vez queríamos llegar hasta él, con los consecuentes choques entre nosotras y los pitorros rotos. Esta actividad veraniega me permitía tener siempre unos ahorrillos para gastar en «Santana».