Hola NIROA, cierto que en muchos casos aceptabais la voluntad, en otros, como el que nos ocupa, se imponía el criterio de la transacción comercial. Lo cierto es que había que ser un poco <<rata y malaje>>, para hincharse a beber agua fresquita y luego pagar con una perra gorda. Si tenemos en cuenta que el cliente incluso hasta podía ducharse con el agua del botijo, si tenemos también en cuenta que el líquido elemento se le suministraba previo concierto de armoniosa cantinela, a la que solo le faltaba la marcialidad sonora de los acordes del himno de la Legión, dada la procedencia “Melillense” -por el pozo- de gran parte del agua. En todo caso, lo que realmente nos hacía gracia era vuestro pregón y desparpajo, dignos no de una “peseta”, sino hasta de un “duro” y más.
Un saludo/Edmundo.
Un saludo/Edmundo.