Dicen que una doctora muy estudiosa y con muchos méritos academicos y que casualmente era colodra, fué a
Cuba a un congreso de una eminente Universidad y al llegar a la habitación del lujoso
hotel, se encontró allí con un cubano mulato guapísimo, simpatico y bién dotado, su asistente personal en el congreso. El cubano le dijo, no me preguntes como me llamo, te vas a reir y no le dijo su nombre, la eminente doctora estuvo siete días encantada con tan buena compañía y cuando ya se venía para
España,
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