Se trata de un hombre bastante flojo, no le gustaba trabajar pero si llevar una vida fácil y cómoda. Pensando como arreglársela para no esforzarse, pero a la vez que nada le faltara decidió ser monje de clausura. A pesar de las limitaciones de este tipo de vida, pensó que tendría garantizadas sus tres
comidas, techo y cama donde dormir. Decidido se dirigió al
claustro. Llegó, cenó y de inmediato lo llevaron a sus aposentos, un cuarto sencillo, limpio y con las mínimas comodidades.
Feliz de haber
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