Mira que bién me viene a mí
San Blas, esta
noche le rogaré que nos arregle la garganta, que la tenemos un poco escacharrá aquí en mi
casa. Recuerdo que mi abuela siempre me llevaba a que el
SANTO bendijera una rosquilla y me la hacía
comer con un buén trago de
agua y así me protegía.
Digo yo, ni un batidito, ni un colacaito, un zumito o mismamente una lechecita.... Pués nó, la cosa estaba muy malaaaa.... En aquellos tiempos.