Que yo no quito el mérito poetico del Marqués. ¡EH.... vayamos a equivocar el tema!
Por supuesto, que no quiero cambiar la historia y creo que continuo asi:
Caminito de Carrión
va el marqués de Santillana
triste está su corazón,
alegre esta la mañana
y risueña y silenciosa
la llanura luminosa.
Sin malicia ni interés,
y por desgracia o fortuna,
el viejo y noble marqués
dejose en Torrelaguna
una vaquerilla hermosa,
peripuesta y donairosa.
Bajo la luz mañanera,
va don Iñigo evocando
a la garrida vaquera
de sus aficiones cuando
repeinada y melindrosa,
la encontró en la Finojosa.
¡Qué gentil y que linda!
¡Qué bien dispuesta y qué sana!
Tenía labios de guinda
y carrillos de manzana,
y parecía una rosa,
encendida y olorosa.
Nunca el marqués encontrara
por las tierras de Castilla
más garbo y pulida cara
que los de la vaquerilla
que viera en la Finojosa
una tarde calurosa.
Nunca la áspera ribera
que el manso Lozoya baña
vió más humilde vaquera
en más ilustre compaña,
ni oyó charla más donosa
que su charla cariciosa.
¡De que modo cortés
y con que dulce primor
a la vaquera el marqués
iba hablándole de amor
por la margen rumorosa,
marañada y espinosa!
¡Y con qué discreto afán
de qué sutil manera
al encendido galán
contestaba la vaquera
rechazando pudorosa,
su pretensión amorosa!
Cuando el marqués suspiraba,
la vaquera sonreía,
y si algo aquél preguntaba
y está no le respondía,
era por ser azarosa
la respuesta y peligrosa.
Así caminando fueron
por la pelada ribera,
hasta que en Lozoya dieron
el marqués y la vaquera
y allí terminó su glosa
de su entrevista amorosa.
Vanamente por la orilla
del manso río después
persiguió a la vaquerilla
la mirada del marqués,
pues la vaquerilla hermosa
se le oculto pudorosa.
Ahora cerca de Carrión,
advierte el de Santillana
que su noble corazón
por algo oculto se afana
y no cede, y no reposa
su querella dolorosa.
Y es que ha visto en la ribera
del río que ante él se humilla
otra garrida vaquera
igual que la vaquerilla
que una tarde calurosa,
encontró en la Finojosa.
Caminito de Carrión
va el marqués de Santillana
triste está su corazón,
alegre esta la mañana
y risueña y silenciosa
la llanura luminosa.
Sin malicia ni interés,
y por desgracia o fortuna,
el viejo y noble marqués
dejose en Torrelaguna
una vaquerilla hermosa,
peripuesta y donairosa.
Bajo la luz mañanera,
va don Iñigo evocando
a la garrida vaquera
de sus aficiones cuando
repeinada y melindrosa,
la encontró en la Finojosa.
¡Qué gentil y que linda!
¡Qué bien dispuesta y qué sana!
Tenía labios de guinda
y carrillos de manzana,
y parecía una rosa,
encendida y olorosa.
Nunca el marqués encontrara
por las tierras de Castilla
más garbo y pulida cara
que los de la vaquerilla
que viera en la Finojosa
una tarde calurosa.
Nunca la áspera ribera
que el manso Lozoya baña
vió más humilde vaquera
en más ilustre compaña,
ni oyó charla más donosa
que su charla cariciosa.
¡De que modo cortés
y con que dulce primor
a la vaquera el marqués
iba hablándole de amor
por la margen rumorosa,
marañada y espinosa!
¡Y con qué discreto afán
de qué sutil manera
al encendido galán
contestaba la vaquera
rechazando pudorosa,
su pretensión amorosa!
Cuando el marqués suspiraba,
la vaquera sonreía,
y si algo aquél preguntaba
y está no le respondía,
era por ser azarosa
la respuesta y peligrosa.
Así caminando fueron
por la pelada ribera,
hasta que en Lozoya dieron
el marqués y la vaquera
y allí terminó su glosa
de su entrevista amorosa.
Vanamente por la orilla
del manso río después
persiguió a la vaquerilla
la mirada del marqués,
pues la vaquerilla hermosa
se le oculto pudorosa.
Ahora cerca de Carrión,
advierte el de Santillana
que su noble corazón
por algo oculto se afana
y no cede, y no reposa
su querella dolorosa.
Y es que ha visto en la ribera
del río que ante él se humilla
otra garrida vaquera
igual que la vaquerilla
que una tarde calurosa,
encontró en la Finojosa.