Se lo dedico a mi primop Rafael. Crecí en Hinojosa en un caserón sombrío al cuidado amoroso de mi abuela y mi tía soltera, la cual, a la vez que me mimaba, intentaba inculcarme sus valores basados en su soltería, los cuales tenían como fundamento su recelo a los hombres y el hacerme creer que todos eran raros y que querían de nosotras una sola cosa.... Esto último no lo consiguió, pero si consiguió algo muy extraño, pánico a las pilistras, esparragueras y gatos.
Mi casa como todas las de mi Pueblo, tenía un pasillo que, iniciándose en la puerta de la calle y dejando a cada lado las puertas de los cuartos o habitaciones, iba a desembocar en el patio. Cada lado del pasillo estaba adornado con frondosos y lustrosos macetones de pilistras y esparragueras que estaban que daba gloria verlas, eran la envidia de cuantas vecinas entraban en la casa. Pero he aquí que asimismo en el patio había una pequeña azotea, donde sin que yo sepa aún por qué, se venía a producir gran concentración de gatos que venían allí a procrear y parir como tales... A mi corta edad, un mal día comprendí un terrible secreto: mi buena tía, valiéndose de estas camadas, alimentaba con gatitos la tierra de sus pilistras y esparragueras. Mi horror fue total y vállase que surja caso de venganza por los infanticidios gatunos, desde el día de mi terrible descubrimiento, tengo pánico culpable hacia el felino. Sirva como ejemplo lo siguiente:
Una vez adulta y ya lejos de Hinojosa, una mañana al entrar en el garaje de mi casa para coger el coche y llevar a mis hijos al colegio, se nos plantó delante un gato con el rabo tieso y el espinazo curvado, lanzó un ¡miau! que a mí me pareció el aullido de un tigre energúmeno; mi reacción fue irracional, me metí en el coche y dejé fuera a mis tres hijos. ¡Pobres hijitos míos! Si es un tigre, los devora.
Maruja Herrera
Mi casa como todas las de mi Pueblo, tenía un pasillo que, iniciándose en la puerta de la calle y dejando a cada lado las puertas de los cuartos o habitaciones, iba a desembocar en el patio. Cada lado del pasillo estaba adornado con frondosos y lustrosos macetones de pilistras y esparragueras que estaban que daba gloria verlas, eran la envidia de cuantas vecinas entraban en la casa. Pero he aquí que asimismo en el patio había una pequeña azotea, donde sin que yo sepa aún por qué, se venía a producir gran concentración de gatos que venían allí a procrear y parir como tales... A mi corta edad, un mal día comprendí un terrible secreto: mi buena tía, valiéndose de estas camadas, alimentaba con gatitos la tierra de sus pilistras y esparragueras. Mi horror fue total y vállase que surja caso de venganza por los infanticidios gatunos, desde el día de mi terrible descubrimiento, tengo pánico culpable hacia el felino. Sirva como ejemplo lo siguiente:
Una vez adulta y ya lejos de Hinojosa, una mañana al entrar en el garaje de mi casa para coger el coche y llevar a mis hijos al colegio, se nos plantó delante un gato con el rabo tieso y el espinazo curvado, lanzó un ¡miau! que a mí me pareció el aullido de un tigre energúmeno; mi reacción fue irracional, me metí en el coche y dejé fuera a mis tres hijos. ¡Pobres hijitos míos! Si es un tigre, los devora.
Maruja Herrera
Ay, ay, ayyyyyyy perdon Maruja no me he dado cuenta yo sabia esto pero no me he dado cuenta de por que me has dicho que era contigo y no con Vicen con quien estaba comentando todo esto, perdon.