Por todo ello, a ese patio le tenía un cariño muy especial, mis horas de recreo y las libres las usaba para entrenar por libre unas veces y otras con algunos compañeros. Incluso los días de lluvia no había quien me quitara algun que otro rato hasta que algún fraile regañaba y daba fin al "entreno". Llevaban razón porque ese patio mojado era peligroso para correr o saltar por él. Las losas era muy lisas y si en seco había que tener cuidado, en mojado.... Ese patio fue el "culpable" de que mi pasión por el baloncesto se mantuviese y nunca me faltase. Hay muchos momentos vividos en el Seminario..., por ello lo de mi tristeza al saber que casi nada del edificio existe ya.