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HINOJOSA DEL DUQUE: Benito, nació en Nursia con su hermana gemela, Escolástica,...

Benito, nació en Nursia con su hermana gemela, Escolástica, que también alcanzó la santidad. Fue enviado a Roma para estudiar la retórica y la filosofía. en torno al año 480, pero decepcionado por la vida de la ciudad, se retiró a Subiaco, donde permaneció tres años en una cueva --el «Sacro Speco»-- dedicándose totalmente a Dios. En Subiaco, sirviéndose de las ruinas de una villa del emperador Nerón, junto a sus primeros discípulos, Plácido y Macario, construyó unos monasterios, dando vida a una comunidad fraterna fundada en la primacía del amor de Cristo, en la que la oración y el trabajo se alternan armoniosamente en alabanza de Dios. Años después, en Montecassino, dio plena forma a este proyecto, y lo puso por escrito en la «Regla», su única obra escrita. Entre las cenizas del Imperio Romano, Benito, buscando el Reino de Dios, sembró la semilla de una nueva civilización, que se desarrollaría, integrando los valores cristianos con la herencia clásica y de las culturas germánica y eslava. En ese año 480 nace en Benito de Nursia, el fundador del monacato en Occidente. Benito era un patricio romano, de una ilustre familia que había sobrevivido a la ruina imperial, y que a los catorce años, se le había enviado a Roma para estudiar y poder ejercer la carrera político-administrativa. El joven Benito se lleva una decepción, pues la Roma que conoce, no es una ciudad para personas serias y honestas; ni nada que se aproxime a la educación familiar que ha recibido. La Urbe de inicios del siglo VI no es en sus costumbres muy diferente a la de algunos Césares, pese a la pátina de cristianismo que la envuelve. Son tiempos de vacío político y moral, y Benito no está muy convencido de que su vocación sea una carrera política. Interrumpirá unos estudios en los que no encuentra la auténtica sabiduría, la que empieza a encontrarse cuando en el alma se va deslizando la sed de Dios. La átmosfera de la milenaria Ciudad le asfixia y huye de ella, al sur de Roma, y en los montes de Subíaco junto a los restos de una antigua villa de Nerón, encuentra búscando a Dios en medio de la naturaleza. La vida de los eremitas de los desiertos de Oriente es trasplantada a Occidente, pero ya no es la vida del asceta solitario sino la de una comunidad, en la que hay un padre, un maestro, un abad al que rodean hijos espirituales. La autoridad ha decaído, en el plano civil y en el político, se ha perdido la dimensión paterna de la existencia humana, que no es algo arbitrario o una forma social pasajera sino un trasunto de la imagen de Dios que es Padre, algo que no eran los dioses paganos ajenos de un verdadero amor.