Maria la loca
A Maria, la que pasaba mas que pasa aunque pasa muy de vez en cuando todavía por mi calle, todo el mundo y medio termino la conoce por “ La Loca”.
Maria esa mujer esquiva que vaga solitaria igual de joven o de vieja de lo que ayer fuera cual hoy y siempre desde que yo, hoy joven, niña era; como harapo viviente se pasea.
Maria eterniza veredas emborradas bajo insistentes pasos día a año renovados sobre calvas huellas por ella dibujadas.
Maria siempre arrastra los pies semiencorvados bajo su gris toquilla de negro azabache trasnochado en invierno que arropa una bata acartonada y desteñida, bajo su mustia camisa de lanilla azul perdido y su vieja coletilla en verano; siempre mira increpando con ojos espartanos; siempre ciñe su menuda cabeza inconquistada, su indesvelado tácito cabello-blanquito de soñar con un añoso sin igual pañuelo-de color, por el tiempo anubarrado sobre los mismos pliegos anudado y bien sujeto al ya cansado cuello.
Muchas veces un chucho estrictamente callejero, de color canela, a trechos enlodada, mientras ella desfila la acompaña tras los rígidos e impasibles pasos de un cayado de madera, hijo póstumo de un eucalipto ya finado de la carretera, que también desde antaño camina junto a ella al igual que su raído canasto de estrecha mimbre, juncos y de esparto, a veces suplantado por una cesta hiniesta de esas que hacia el único asa abren dos contrapuertas de similar trenzado-
Mujer y perro y palo unidos ligados por un ente imaginario por la marginación parido, nutrido y enviado, no son nada ni nadie, son sólo acaso algo.
Y María murmura poco a mucho maldiciones extrañas y se adhiere a la ruta consabida con palo, pies y perro, sobre las suelas rotas y escarchadas de sus dos alpargatas, de cuya tela informe florecen sus dedos renegridos entre el brotar continuo de otra hilacha.
(Maria dicen que se volvió loca un día más loca que una cabra).
Y así, muy quedamente, va avistando el desconchón creciente del zócalo de grisáceo cemento de la fachada blanca en otro tiempo de su pequeña casa-meta de su andadura pseudo nómada-. Y llega hasta las puertas mutiladas, policromas de ayer, de astillas desnudas y apuntadas e inserta en la chapera senda llave, una de esas que ya es casi por el tamaño una antigualla. Y los goznes chirrían blandamente y se abre ante sus ojos su muralla. Y traspone el umbral como una sombra aunque es muy de mañana, cual vago caldero que desciende al pozo oscuro tras librar el brocal sediento de agua. Y duerme su existencia para el mundo y su “locura”, tras de los muros, calla (¿o tal vez sueña sobre su almohada?).
Maria, a la que llaman “La Loca”, tiene uno de sus ojos chorreante por una eterna rija o por la desesperanza; tiene la tez de trigo madurado-bien morena de hablar y hablar con el sol cara a cara- por resplandores tibios de amapolas flanqueada. Y tres hondas arrugas en la frente paralelas y largas. Y gélidas arrugas en la cara. Y arrugas arrogantes en sus manos de uñas enlutadas…. (Maria, ¿Cuántas arrugas abismales moran en el coso profundo de tu alma?).
Y dicen que esta loca y va a comprar el pan cada mañana y su cartera vieja tras la compra saca-su cartera de cuero agrietada-y entrega, taciturna, sus monedas matemáticamente bien contadas, con un leve temblor en la mirada. Y nunca se equivoca aunque los precios constantemente cambian aunque el real dio paso a la peseta y aunque de perras gordas nadie habla.
Y guarda su pan grande en el canasto y adorna su muñeca venosa con sus mugrientas asas y mete su cartera en el bolsillo- del mas puro ancestral estilo “tapa”-y articula un adiós. Luego se marcha sin prisas…. a su ritmo…. sosegada.
Y dicen que esta loca. Y siempre se repiten sus palabras. (¿Maria insulta sin piedad o ellas reflejan oros aconteceres de otro alba?).
Maria lleva a veces mustias flores en sus manos ancianas. Son flores del jardín silvestre y vago que próximo al Pilar se despereza entre el murmullo suave de las aguas –continuo e inacabado hidrocosmos; eterna artificiosa, del arte, catarata -. Una orla improvista de verdes “periquitos”, de “cardos borriqueros”, de “manzanilla hedionda” o de redondas malvas pobladas de diminutos “panecillos” y algunas amapolas reventonas y bien recoloradas; va sobre su regazo trasplantada. Maria les entrega su impaciente mirada, las riega con caricias de sus dedos e inventa para ellas una olvidada nana de esas con que a sus hijos acunaba y germina una luz en lo mas hondo, desde su incosquitable alma. Pareceme que esta a la cordura incluso despertara-
Y dicen que esta loca.
Maria ha sido coco para amedrentar niños. Y es cordera entre lobos mas bien acorralada; seguro, incomprendida; por siempre, intolerada; diana cristalina de los dardos siniestros que certeros, la critica, allá mismito donde mas escuece, con inhumanidad altiva, clava.
Mas yo he visto a Maria que observaba jugar a los chiquillos al “hincote” en el parque y a los platetes en el marmóreo escudo de la Plaza y seguir con los ojos el previsible rumbo que escribía en el suelo alguna “langará “ y presenciar “los perros y las liebres” cual docta espectadora de un tenis infantil reconfortada y observar las canicas cuando avanzan y al palillo bateado por el palo que vuela, y en picado, deviene hacia la meta deseada. Y ante el salto a “cebolla” y a “piola” parece que ella salta. Y montar mentalmente a la “silleta” creyéndose un momento la niña que a “silleta” cabalgaba.
La he visto sonreír tras su tristeza y murmurar, silente, algún mensaje inédito digno de una gran obra literaria de esas que en el colegio yo estudiaba.
Maria, a la que llaman “La Loca” sale muy tempranito de su casa buscando el primer rayo que desde el sol escapa. Remueve con su palo la tierra de algún árbol cuando pasa y juega al escondite con las hojas hasta en el verde césped enterrarlas, luego elige una ruta como siempre arbitraria y hace turismo agreste por los alrededores de las ultimas casas que flaquean la era donde dos burros ojinegros pastan, mientras las niñas “van de merendilla” y los niños acechan a las ranas.
Dicen haberla visto entre los juncos del convecino Arroyo de las Viñas y en la Gesa cercana y allá por el Pozo de las Arenas y hasta en Los Lavaderos, cerca de La Molina, y por el Santo Cristo y cerca de Belalcázar. Y en el Cerro Cohete- ¡y ese día dijeron que una bruja de otros tiempos vivía en aquel sitio todavía!- (conclusiones de algún culto agonías)-
Pero alguien me contó que va a El Convento y, cuando esta segura de que nadie la mira, se sienta sigilosa entre los bancos y al rato, ya tranquila, visita una por una las capillas. Que se para ante los confesionarios y se asoma por las rejillas. Que observa todo nombre que hay inscrito en las lapidas blancas del Sagrario que recuerdan la Guerra en que hombres muy “normales” a sus mismos hermanos se enfrentaron por razones por ella incomprendidas. Que se apoya en los bordes de los bancos y escucha cuando pasa ante la puerta que da a la Sacristía y que acerca su ojo al otro ojo que le hace de mirilla. Que llega a los pies de la escalinata que sube hasta el Altar y, sin rozarla, muy poco apoco, va y mira hacia arriba. Que como si pensara en voz muy alta, a la Virgen la dice: ¡que bonita!. Que la mira durante largo rato con visible alegría. Que desfila despacio hacia la puerta y hasta la entorna a su salida (tal vez es una bruja arrepentida….).
Y dicen que esta loca. Según cuentan porque la enloquecieron mediante no se que diabólica bebida (¿no por avatares de su vida?) y que luego le dieron un antídoto que –al parecer- de nada serviría (¿quien en su sano juicio eso diría?).
Sí a Maria, la que pasa por mi calle, todos la conocemos por “La Loca” por que habla para si y por que esta muy sola. Y además hay quien dice que vive a la bartola; y no barre las lanchas y ha estado en desacuerdo con las modas; porque en vez de alternar animando infundados comentarios que para nada le importan, ha preferido siempre hablarse sola; porque el martes no va hasta el mercadillo ni toma el fresco con otras señoras.
Y dicen que esta loca….
A Maria la que pasaba mas que pasa _aunque pasa muy de vez en cuando todavía- por mi calle, todo el pueblo y medio termino la conoce por “La Loca”.
Camina sigilosa tras el palo y mira incomprensiva el hormigueo aceleradamente monótono de miles de personas………………..
MARI CARMEN FERNANDEZ NOGALES
1º Premio de Prosa (29-7-1993) dado en Hinojosa del Duque
Pido permiso a esta persona para ponerlo, pues alguien me dijo que le gustaba tanto como a mi este relato.
A Maria, la que pasaba mas que pasa aunque pasa muy de vez en cuando todavía por mi calle, todo el mundo y medio termino la conoce por “ La Loca”.
Maria esa mujer esquiva que vaga solitaria igual de joven o de vieja de lo que ayer fuera cual hoy y siempre desde que yo, hoy joven, niña era; como harapo viviente se pasea.
Maria eterniza veredas emborradas bajo insistentes pasos día a año renovados sobre calvas huellas por ella dibujadas.
Maria siempre arrastra los pies semiencorvados bajo su gris toquilla de negro azabache trasnochado en invierno que arropa una bata acartonada y desteñida, bajo su mustia camisa de lanilla azul perdido y su vieja coletilla en verano; siempre mira increpando con ojos espartanos; siempre ciñe su menuda cabeza inconquistada, su indesvelado tácito cabello-blanquito de soñar con un añoso sin igual pañuelo-de color, por el tiempo anubarrado sobre los mismos pliegos anudado y bien sujeto al ya cansado cuello.
Muchas veces un chucho estrictamente callejero, de color canela, a trechos enlodada, mientras ella desfila la acompaña tras los rígidos e impasibles pasos de un cayado de madera, hijo póstumo de un eucalipto ya finado de la carretera, que también desde antaño camina junto a ella al igual que su raído canasto de estrecha mimbre, juncos y de esparto, a veces suplantado por una cesta hiniesta de esas que hacia el único asa abren dos contrapuertas de similar trenzado-
Mujer y perro y palo unidos ligados por un ente imaginario por la marginación parido, nutrido y enviado, no son nada ni nadie, son sólo acaso algo.
Y María murmura poco a mucho maldiciones extrañas y se adhiere a la ruta consabida con palo, pies y perro, sobre las suelas rotas y escarchadas de sus dos alpargatas, de cuya tela informe florecen sus dedos renegridos entre el brotar continuo de otra hilacha.
(Maria dicen que se volvió loca un día más loca que una cabra).
Y así, muy quedamente, va avistando el desconchón creciente del zócalo de grisáceo cemento de la fachada blanca en otro tiempo de su pequeña casa-meta de su andadura pseudo nómada-. Y llega hasta las puertas mutiladas, policromas de ayer, de astillas desnudas y apuntadas e inserta en la chapera senda llave, una de esas que ya es casi por el tamaño una antigualla. Y los goznes chirrían blandamente y se abre ante sus ojos su muralla. Y traspone el umbral como una sombra aunque es muy de mañana, cual vago caldero que desciende al pozo oscuro tras librar el brocal sediento de agua. Y duerme su existencia para el mundo y su “locura”, tras de los muros, calla (¿o tal vez sueña sobre su almohada?).
Maria, a la que llaman “La Loca”, tiene uno de sus ojos chorreante por una eterna rija o por la desesperanza; tiene la tez de trigo madurado-bien morena de hablar y hablar con el sol cara a cara- por resplandores tibios de amapolas flanqueada. Y tres hondas arrugas en la frente paralelas y largas. Y gélidas arrugas en la cara. Y arrugas arrogantes en sus manos de uñas enlutadas…. (Maria, ¿Cuántas arrugas abismales moran en el coso profundo de tu alma?).
Y dicen que esta loca y va a comprar el pan cada mañana y su cartera vieja tras la compra saca-su cartera de cuero agrietada-y entrega, taciturna, sus monedas matemáticamente bien contadas, con un leve temblor en la mirada. Y nunca se equivoca aunque los precios constantemente cambian aunque el real dio paso a la peseta y aunque de perras gordas nadie habla.
Y guarda su pan grande en el canasto y adorna su muñeca venosa con sus mugrientas asas y mete su cartera en el bolsillo- del mas puro ancestral estilo “tapa”-y articula un adiós. Luego se marcha sin prisas…. a su ritmo…. sosegada.
Y dicen que esta loca. Y siempre se repiten sus palabras. (¿Maria insulta sin piedad o ellas reflejan oros aconteceres de otro alba?).
Maria lleva a veces mustias flores en sus manos ancianas. Son flores del jardín silvestre y vago que próximo al Pilar se despereza entre el murmullo suave de las aguas –continuo e inacabado hidrocosmos; eterna artificiosa, del arte, catarata -. Una orla improvista de verdes “periquitos”, de “cardos borriqueros”, de “manzanilla hedionda” o de redondas malvas pobladas de diminutos “panecillos” y algunas amapolas reventonas y bien recoloradas; va sobre su regazo trasplantada. Maria les entrega su impaciente mirada, las riega con caricias de sus dedos e inventa para ellas una olvidada nana de esas con que a sus hijos acunaba y germina una luz en lo mas hondo, desde su incosquitable alma. Pareceme que esta a la cordura incluso despertara-
Y dicen que esta loca.
Maria ha sido coco para amedrentar niños. Y es cordera entre lobos mas bien acorralada; seguro, incomprendida; por siempre, intolerada; diana cristalina de los dardos siniestros que certeros, la critica, allá mismito donde mas escuece, con inhumanidad altiva, clava.
Mas yo he visto a Maria que observaba jugar a los chiquillos al “hincote” en el parque y a los platetes en el marmóreo escudo de la Plaza y seguir con los ojos el previsible rumbo que escribía en el suelo alguna “langará “ y presenciar “los perros y las liebres” cual docta espectadora de un tenis infantil reconfortada y observar las canicas cuando avanzan y al palillo bateado por el palo que vuela, y en picado, deviene hacia la meta deseada. Y ante el salto a “cebolla” y a “piola” parece que ella salta. Y montar mentalmente a la “silleta” creyéndose un momento la niña que a “silleta” cabalgaba.
La he visto sonreír tras su tristeza y murmurar, silente, algún mensaje inédito digno de una gran obra literaria de esas que en el colegio yo estudiaba.
Maria, a la que llaman “La Loca” sale muy tempranito de su casa buscando el primer rayo que desde el sol escapa. Remueve con su palo la tierra de algún árbol cuando pasa y juega al escondite con las hojas hasta en el verde césped enterrarlas, luego elige una ruta como siempre arbitraria y hace turismo agreste por los alrededores de las ultimas casas que flaquean la era donde dos burros ojinegros pastan, mientras las niñas “van de merendilla” y los niños acechan a las ranas.
Dicen haberla visto entre los juncos del convecino Arroyo de las Viñas y en la Gesa cercana y allá por el Pozo de las Arenas y hasta en Los Lavaderos, cerca de La Molina, y por el Santo Cristo y cerca de Belalcázar. Y en el Cerro Cohete- ¡y ese día dijeron que una bruja de otros tiempos vivía en aquel sitio todavía!- (conclusiones de algún culto agonías)-
Pero alguien me contó que va a El Convento y, cuando esta segura de que nadie la mira, se sienta sigilosa entre los bancos y al rato, ya tranquila, visita una por una las capillas. Que se para ante los confesionarios y se asoma por las rejillas. Que observa todo nombre que hay inscrito en las lapidas blancas del Sagrario que recuerdan la Guerra en que hombres muy “normales” a sus mismos hermanos se enfrentaron por razones por ella incomprendidas. Que se apoya en los bordes de los bancos y escucha cuando pasa ante la puerta que da a la Sacristía y que acerca su ojo al otro ojo que le hace de mirilla. Que llega a los pies de la escalinata que sube hasta el Altar y, sin rozarla, muy poco apoco, va y mira hacia arriba. Que como si pensara en voz muy alta, a la Virgen la dice: ¡que bonita!. Que la mira durante largo rato con visible alegría. Que desfila despacio hacia la puerta y hasta la entorna a su salida (tal vez es una bruja arrepentida….).
Y dicen que esta loca. Según cuentan porque la enloquecieron mediante no se que diabólica bebida (¿no por avatares de su vida?) y que luego le dieron un antídoto que –al parecer- de nada serviría (¿quien en su sano juicio eso diría?).
Sí a Maria, la que pasa por mi calle, todos la conocemos por “La Loca” por que habla para si y por que esta muy sola. Y además hay quien dice que vive a la bartola; y no barre las lanchas y ha estado en desacuerdo con las modas; porque en vez de alternar animando infundados comentarios que para nada le importan, ha preferido siempre hablarse sola; porque el martes no va hasta el mercadillo ni toma el fresco con otras señoras.
Y dicen que esta loca….
A Maria la que pasaba mas que pasa _aunque pasa muy de vez en cuando todavía- por mi calle, todo el pueblo y medio termino la conoce por “La Loca”.
Camina sigilosa tras el palo y mira incomprensiva el hormigueo aceleradamente monótono de miles de personas………………..
MARI CARMEN FERNANDEZ NOGALES
1º Premio de Prosa (29-7-1993) dado en Hinojosa del Duque
Pido permiso a esta persona para ponerlo, pues alguien me dijo que le gustaba tanto como a mi este relato.
Y esto es precioso.
El relato de " María la Loca" ¡Me dá un sentimiento! Qué bién lo expresa nuestra paisana Carmen Fernandez Nogales.
A mi tambien me da un gran sentimiento y un gran respeto por la persona que escribio asi de bien a una persona que nadie hacia caso.