Historia
La
fábrica de esta
torre está hecha a base de mortero y cal y arena al cual se daba el nombre de cemento, elemento que entraba en muchas construcciones de la época, como muchos de los lienzos de las
murallas de
Córdoba y otras construcciones
militares de los tiempos musulmanes. El motivo de su erección fue asegurar el tránsito por la calzada de Al-Rasif, actual
Camino de la Plata, que pasa aproximadamente a un kilómetro al occidente, y por la calzada de Sacrana, antigua
vía romana a
Santaella, que pasa por la llamada Cañada del
Pozo de la torre, a unos doscientos metros del
torreón. Igualmente tenía por objeto custodiar el acceso a las
aguas de dicho pozo que, como se ve, está cerca del reducto.
En la reconquista se atribuye su expugnación a los caballeros de la Orden de
san Juan de Jerusalén, pasando posteriormente a poder de la
iglesia de
santa María (
Catedral de Córdoba), la cual, con ésta y otras heredades, estableció sus famosos beneficios. Después, el cabildo catedralicio vendió la torre, con todo su heredamiento, al Adelantado Mayor de la Frontera, don Alonso Fernández de Montemayor, señor de Dos Hermanas y Alcaudete, entrando posteriormente en la
Casa de los
Ríos, mediante el enlace matrimonial de doña Inés de Montemayor, nieta del Adelantado y poseedora de la torre por herencia de su padre, con don Alonso de los Ríos y Bocanegra, octavo señor de
Fernán Núñez.
Durante cerca de trescientos años estuvo vinculada esta fortaleza a la
familia de los Ríos. Posteriormente, uno de los señores de Torre de Don Lucas, emparentado con los Venegas y al que no hemos podido documentar, dividió el heredamiento entre sus cuatro hijos correspondiendo la torre a la única hembra de ellos religiosa profesa en el
Convento de la Concepción de Córdoba, a cuya casa entregó herencia, como dote. Al pasar esta heredad a dicho convento, éste mandó entronizar la imagen de la Inmaculada en una de las antiguas barbacanas del bastión, convertida para este fin en camarín, donde todavía permanece.
Descripción